sábado, 3 de noviembre de 2012

Capítulo 18



Estuvo todo el día leyendo Esta Noche Dime Que Me Quieres.
Hoy empezaban las fiestas, pero por la noche. La única programación que había durante el día era la carrera de caballos, y no le apetecía mucho ir, por lo ocurrido cuando era pequeña.

Un día, se fue con su padre a visitar a un amigo de él, y el hombre tenía caballos. A Layla, le hacía mucha ilusión darle paja con la mano, y cuando se acercó al caballo, éste, hambriento porque aún no había comido, se aceleró al ver comida y un poco más y le muerde la mano, si no llega a ser por los reflejos de su padre, que la apartó antes de que el caballo se acercará a la verja.

Pero, por otra parte, le sabía mal, seguro que Paula y Vero irían, porque a Paula le encantaban los caballos, y quizás Adrián también, pero no quería ver un caballo en su vida.

Y por otro lado, tenía que aclararse ella misma: Adrián, el hawaiano o ninguno.
Si estaba hecha un lío cuando llegó al pueblo, después de haber conocido a Adrián, mucho más.
Con Adrián, y era obvio, tenía más posibilidades que con el hawaiano, pero había un problema: se conocían desde hace menos de un día. Y ella no era de las que con solo unas horas ya se liaba con un niño. Necesitaba su tiempo. No era que le hiciera pasar por pruebas para ver si era su príncipe azul, pero al menos conocerlo un poco mejor. No quería dar la imagen de "chica fácil".

Resopló, esto iba a ser difícil. Dejó el libro en la mesita de noche y se tumbó en la cama. La lectura por hoy había finalizado. Le ponía nerviosa mirar el techo blanco, así que cerró los ojos.

Definitivamente, debía olvidarse de el hawaiano, nunca lo volvería a ver y tiene novia, pero ella siempre había sido tan romántica... Tenía que reconocer que se había inventado una historia en su mente sobre que un día , se encontrarían en la playa, y él la reconocería y le diría que también había estado tras su búsqueda. Pero la realidad la llamó: tenía novia. Y había pasado más de un mes desde que se vieron... Todo era negativo respecto a él.

Se giró hacia la izquierda, con una mano debajo de la almohada y la otra por encima. ¿Y Adrián? Quizás se estaba emparanoyando demasiado con él. Todo esto, y por qué él había sido el único en poner un poco de atención a ella cuando llego, simplemente podía ser amable. Lo estaba sacando todo de contexto, seguro.

¿Por qué le daba tantas vueltas a las cosas? Así le iba. Se giró hacia el otro lado. No podía seguir así. Iba a disfrutar de las fiestas. Nada de tíos. A bailar y disfrutar de las fiestas, se repitió.

Lo que no sabía ella, era que ese propósito no se iba a cumplir.

Después de cenar ensalada y ducharse, se plantó delante del armario: ¿qué ponerse? Era el primer día, así que algo informal pero elegante, o algo formal pero poco elegante. Hoy pasaba de tacones, ya se los pondría el viernes y el sábado y sufrirían sus pies.

Cogió unos pantalones cortos altos, de color verde, con una camisa blanca. Con su collar plateado que formaba una trenza y unos pendientes de plateados de bolitas. Su maquillaje de base, un poquito de colorete marrón oscuro. Un poquito de gloss plateado, sus ojos perfilados y rímel. Una coleta alta con el flequillo incluido, y lista. Unas gotitas de colonia, coger el bolso e irse al bar a encontrarse con el resto.

Cuando llegó, faltaba Adrián y otro chico más.

-Hola. – Saludó al resto.

Su prima estaba hablando con Paula, así que ella se dirigió hacia Vero.

-¿Qué tal los caballos? – Preguntó.

-Bien, Paula quedó la segunda en las cintas.

-¿Ah, sí? – Se giró hacía Paula. – ¡Enhorabuena!

-¡Gracias!

-¡Gente! Me ha mandado un What’sApp Adrián, y dice que él viene más tarde con Luis. – Avisó un chico.

-¡Vamos pa’ el botellón! – Gritó la prima de Carmen.

De camino al botellón –que era en el parque– Paula le estuvo contando a Layla cómo quedó segunda.

-¿Qué bebida hay? – Inquirió Layla.

-Pues tenemos sólo una botella de Ron. Es el primer día, hay que ir con calma. – Dijo Vero.

-Ahh… En mi pueblo, solo se hace botellón el jueves, el viernes y sábado.

-Pero aquí, el miércoles y jueves la discoteca es una guardería con mocos de 12 y 13 años, hay que hacer tiempo. – Contestó.

-Ok.

A eso de las una y media bajaron para la discoteca. No había mucha gente, y como dijo Vero, la discoteca parecía un pub light.

Lo único que podía hacer, era bailar mientras cogía el puntillo, porque la escena era penosa: chicos con 13 años bailando en la tarima quitándose la camiseta o abriéndose la camisa, mientras niñas de 11 años, con unos tacones de 10cm mínimo los miraban embobadas. Enserio, ¿cómo sus padres permitían esto?

Las chicas se fueron a la esquina de siempre: al fondo a la izquierda. Con su beefeater con limón se dirigió hacia ellas.

Comenzó a sonar Agáchate de Danny Romero. Era su canción preferida. Tenía algo…
Cogió a Vero y se puso a bailar con ella. Esa chica parecía maja y le gustaría llevarse bien con ella, aunque metiera la pata con lo del rock.

Y ven y agáchate, agáchate, agáchate.

Y ven y agáchate, agáchate, agáchate.

Y ven y agáchate, agáchate, agáchate.

Y ven y agáchate, agáchate, agáchate.

Se volvía loca, bajaba hasta abajo con la compañía de Vero, y después se les unió Carmen.

-¡Me encanta esta canción! – Dijo por encima de la música.

Cuando terminó la canción, pusieron Starships de Nicki Minaj.

El ambiente sería de guardería, pero las canciones eran rompedoras. Todos estaban pegando saltos con esta canción, y sí, tenía que reconocer que el alcohol tenía también parte de culpa, pero… ¿acaso importaba?

A continuación se escuchó Yo te esperaré en remix por el DJ de Cali & El Dandee.
Layla tenía muchas ganas de ir al servicio. Era lo que tenía le alcohol.

-Voy al servicio. – Le dijo a Paula.

Le encantaba está canción, la tuvo de estado mucho tiempo cuando comenzó a hacerse famosa, hace casi un año ya. No pudo evitar que por su mente pasará el hawaiano, qué tendría este chico… La había hechizado.

Comenzó a reírse sola, después de tres cubatas el alcohol corría por sus venas, no estaba borracha, pero estaba comenzando a pillar el puntillo. Hechizada, pensó, ahora seré una princesa hechizada.

Cuando salió del servicio, aún seguía riéndose de su ocurrencia, cuando se tropezó con alguien.

-¡Uy! Perdó… – Comenzó a decir, hasta que vio quién era. – ¡Hola, Adrián! ¿Ya has llegado? Vente, estamos en la esquina.

-Hola… – parecía nervioso. – Sí, sí... Ahora voy. – Miraba a todos lados.

-¿Pasa algo?

-N…  – hasta que una chica lo abrazó por detrás, rodeando sus brazos por su cintura, mientras le susurraba al oído: – Ya estoy.

…O. La palabra sin terminar quedó en el aire.