viernes, 22 de marzo de 2013

Capítulo 23

No había dormido. Simple y llanamente no podía. Al igual que no podía ni quería creer aquello que su primo le había revelado hace apenas unas horas.
No puede ser cierto. Es una broma. ¡Tiene que serlo!, no para de repetirse mentalmente. No. No. NO.
Después de un periódo de tiempo donde el paso de las horas no parecía existir, Layla negó con un simple movimiento de cabeza mientras miraba a su primo fijamente, no podía apartar la mirada de él. Pensar que quizas era la última vez que estaría junto a él... No, no debía pensar en ello.
-Layla, escúchame. -Toni sacó fuerzas de donde no tenía para recordar y explicar nuevamente la historia-. Hará cosa de un mes, comencé a perder el conocimiento y sentirme sin fuerzas. Debido a esto, decidieron hacerme un reconocimiento médico... -tomó aire-, y me dieron la baja sin darme explicaciones.
»Me pasaba todo el día en la sala de curas realizandome prueba tras prueba, hasta que mi traslado a un hospital fue inminente. Allí detectaron que mi problema era cardiaco. Siguen haciéndome pruebas para detectar de dónde puede provenir, y poderle poner el tratamiento adecuado pero no me dan muchas esperanzas.
Después de saber esto, Layla le estuvo dando su apoyo y animo. Darían con la solución. La medicina había avanzado mucho y darían pronto con el problema, administrándole rápidamente la medicación adecuada. El destino no podía ser tan cruel con su primo, no podían arrebatarselo de esa forma.
Cuando Layla se encontraba dentro de la cama, no lograba dormir. La noticia de la enfermedad de su primo le había calado muy hondo, y no había visto a Adrián, aunque eso era lo menos importante. Su primo estaba completamente hundido y deprimido. Debía de conseguir algo para anclarlo a este mundo y que por sí mismo decida ganarle la partida a aquello que tuviese.
Se pasó todo lo que quedaba de madrugada dando vueltas y vueltas en la cama, intentando encontrar la manera de que su primo se alegrara, al menos el tiempo que ella estuviese en el pueblo.
Cayó en tan profundo sueño, que las llamadas repetitivas que sucedieron a lo largo de la mañana no lograron despertarla.
Sobre las cuatro de la tarde, Layla despertó. Aún llevaba la ropa de anoche. Solo se había quitado los zapatos para dormir. Se cambió y se puso su pijama a fin de estar más comoda y salió hacia la cocina, donde su abuela estaba fregando las platos. Se acercó a ella y le dio un beso en la mejilla. Posteriormente, su abuela le indicó donde estaba la comida y comió tranquilamente. Se aseó un poco y fue al dormitorio. Lo arregló un poco y se llevó consigo misma el móvil con los auriculares y Esta noche dime que me quieres. Hoy no le apetecía salir, había pasado mala noche y prefería descansar. Se sentó en el sofá y continuó la lectura.