martes, 28 de agosto de 2012

Capítulo 13


¿Cuándo debía de hablar con ella? Esta situación le sobrepasaba.

Eran cerca de las tres de la madrugada, y ahí estaba él, enfrente del ordenador. Una vez que terminó de hablar con su primo, se metió en Tuenti a esperar que se conectara en el chat y poder hablar, pero nada. Casa dos segundos miraba su perfil, esperanzado de poder ver un recuadro al lado de “Mensaje privado” que pusiera “Chat” con su botón verde al lado.

¡Qué desesperación!, pensó.

¿Y si la llamaba? No, era tarde, y además, no tenía su móvil. 

Se sentía mal, ¿cómo ha podido estar tan ciego? En estos momentos, pensaba que su vida era como en las películas: él era el típico pringado, y ella la belleza del instituto. Solo esperaba que no fuera demasiado tarde para haberse dado cuenta, ¡sería el colmo!

No sabía qué hacer. Podía pedir su número a alguien del chat, pero se notaría mucho. Estaba desesperado. ¿Mandaba un privado? No, tenían que hablar cara a cara, no por Tuenti. ¿Qué podía hacer?

Un momento, pensó. Se le había ocurrido una idea, pero necesitaba echar un vistazo al chat, y tener suerte.

...................................................................................................................................................................

Llevaba toda la noche sin pegar ojo. 

Maldito sms, pensó. Hubiera preferido no tener noticias de Lucía. Ese sms dejaba mucho que desear. Y ella lo sabía. Conocía demasiado bien a Lucía como para saber que, ocultaba algo, o le pasaba algo al mandarlo. Ese sms era muy extraño.

Intentó llamarla después de llegar, y eso que era un poco tarde, pero tenía el móvil apagado, y eso había hecho que ella se preocupara más todavía.

Tumbada sobre la cama, no paraba de pensar en el hawaiano, el sms y Lucía.
¿Cómo podía estar saliendo con alguien? ¿Y por qué Lu no le decía quién era esa persona? ¿Por qué tenía el móvil apagado su amiga? Todo esto era muy rato.

Una cosa era clara, si Lucía le ocultaba la identidad de la chica y no daba muchos detalles en el sms, lo mejor era olvidarse de él, sin dudar. Pero... ¿cómo? 
El hawaiano era el único chico que hizo que ella se olvidara de Nico después de tantos meses, y no estaba enamorada de él, pero no iba a ocultar que le había llamado mucho la atención cuando lo vio a lo lejos en la playa, y todo el misterio que lo rodeaba hizo que, poco a poco, le fuera gustando.
¿Cómo podía olvidarse de él, de todos los tíos? Estaba harta. Ahora que parecía que, por fin, iba a tener un poco de suerte... ¡zas! A olvidar y empezar de nuevo. No era justo.

No conciliaba el sueño. Tenía que hacer algo. Buscó su e-Book. En todo el verano se había leído varios libros: Canciones Para Paula y ¿Sabes que te quiero?, Posdata: Te Quiero, y Cuando Te Encuentre. Después de volver de la playa, en el fin de semana, se empezó a leer Esta Noche Dime Que Me Quieres, y tenía también pendiente el libro de Buenos Días, Princesa y terminarse el último de Canciones Para Paula.
Retomó la lectura por donde iba.

Después de media hora, tuvo que dejar de leer, esa historia le recordaba demasiado al hawaiano, más que nada, porque se imaginaba que él estaba casado y era ella quién iba a buscarlo. Uff... se estaba volviendo loca, y eso que solo quería despejarse... Lo mejor era conectarse un rato.

Eran cerca de las tres cuando se conectó.
Una ventana de conversación se abrió en la esquina inferior izquierda. Era... ¿Francis?


Francis: Hola!

Yo: ola

Francis: Oye, no se si has hablado con Lucia.. pero no se na de ella, tu?

Yo: pues.. no muxo, x? a pasado algo?

Francis: pues.. el otro dia hablando de un chico.. me confeso que le gustaba y q no me habia dado cuenta.. por q yo pensaba que a ella le gustaba ese chico.. y desde entonces no hemos hablado.. =S


¡Claro! Eso explicaba el sms, seguro que Lucía le habló del hawaiano intentando sacarle información, él la malinterpretó, por lo que Lucía saltó, seguro se enfadó y le confesó que era él quién le gustaba. Tenía que hablar con ella.

Yo: ah ya.. wno, e intentao llamarla xo no me lo a cogido. mñana la llamo..

Francis: Ahh

Yo: aora ella necesita su espacio, es mejor q no la agobies, azme caso. qndo ella ste lista te buscara.. o dara señales d vida

Francis: Es q.. yo no sirvo para esto.. incluso mi primo se dio cuenta..

Yo: tranqilo, ya se calamara, ella es asi.. :)

Francis: =S

Yo: mñana la llamo, xo mno le durara muxo, tu le gustas muxo Francis..

Francis: No lo se.. Se fue muy cabrada..

Yo: es normal.. ella es asi, explota con na.. y es normal enfadarse con algo asi.. k te digan k t gusta otro el xiko k te gusta.. jode..

Francis: Gracias :)

Yo: wno m voy, tngo sueño, trankilo, mñna t cuento xaoo :)

Francis: Adios :)

Mañana antes de irse, tenía que hablar con Lucía sí o sí, esperaba que tuviera para aquel entonces el móvil encendido.

martes, 21 de agosto de 2012

Personajes

¡Hola, queridos lectores y lectoras!
Hago un breve paréntesis para presentaros una nueva idea del blog. Veréis, una lectora, Paula Jimenez, me propuso que ella queria dibujar a la protagonista de la historia, Layla, y yo acepté.
Lo que es el físico, esta súper bien, pero los rasgos de la cara, cada uno se lo imaginará de formas diferentes.
Muchas seguidoras, le han pedido que, por favor, dibuje al resto de personajes, y si ella acepta, iré subiendo poco a poco entradas con el dibujo y una breve descripción.
¿Qué decís? Podéis avisarme por privado o aquí en el blog de que os parece esta idea.

Bueno, me dejo de rollos, y empiezo con la primera, ¿vale?


LAYLA.

Layla, es una chica de 17 años, que va a empezar a cursar 2º de Bachiller. Le encanta leer y no puede vivir sin música.
Su color preferido es el azul cielo, o añil. Siempre ha querido tocar el piano, es su sueño.
No sabe que será en un futuro, pero la cosa está entre idiomas o biología.
Lo que más le gusta de su cuerpo son sus ojos, verdes o marrones, según le dé la luz. Y lo que menos... no tiene complejos. Adora su pelo, no se lo cortaría jamás.
Odia las faldas.
Todos los veranos, va a un piso en la playa que les dejó su abuela en herencia, y allí tiene a una de sus mejores amigas, Lucía.
El resto de la pandilla, en su pueblo, son Cecilia y Pilar. Son amigas desde el colegio, y nunca se han separado.
La relación con sus padres es buena, y con su hermano Tom... Bueno, como con todos los hermanos, a veces bien y otras mal.
Estuvo saliendo unos meses con Nico, su primer novio, pero éste la engañó cuando ella fue a un viaje del insti, así que lo dejaron. Solo un chico ha sido capaz de hacerle olvidar a Nico, el hawaiano.



SARA

Sara tiene 16 años. Va a cursar 1º de Bachiller de Sociales. Su pasión es la moda.
Su color preferido es el rosa. Siempre ha querido viajar a Estados Unidos.
De su cuerpo le agrada todo, siempre está cambiando su peinado, incluso el color cuando se cansa de verse siempre igual.
Odia a la gente hippie.
Es hija única, pero siempre está rodeada de gente. Es muy popular. Y siempre cuanta con sus amigas.
Nunca ha tenido mucha suerte en el amor, tiene dinero y es bella, por lo que puede conseguir a cualquiera. Desde que empezó el instituto los chicos han ido detrás de ella, al principio se emocionaba y se ilusionaba con cada uno de ellos, pero a los pocos días descubría que iban a por su dinero, no a por ella. Con el paso del tiempo, algún que otro le ha durado más de tres meses, y con ellos se entregó cuerpo y alma. De ahí su fama, aunque no son tantos como la gente piensa.
Odia a Lucía, más que nada, por que una vez, hace unos meses, consiguió al chico por el que Sara se había interesado.
Ahora a llegado a su vida Gabi, y cree que con él puede ser distinto, el futuro dirá...

domingo, 19 de agosto de 2012

Capítulo 12

Pasaba de ponerse corbata o pajarita. Conociéndola como la conoce, la invitación era una cena con sus padres.
  
Se miró otra vez al espejo: pantalones vaqueros oscuros y camisa blanca con las mangas remangadas, hasta el codo, y dos botones desabrochados. Perfecto. Se terminó de arreglar el pelo, unas gotas de Pacha Psicodelic, se ató las zapatillas...

 -¿Qué haces? – Su primo Francis entró.  

-Arreglándome; voy a salir esta noche. – Explicó.

 -Ah... ¿Sara?  

-Seh... Vamos a arreglar las cosas.  

-Ah...  

-Macho... ¿qué tanto “ah”?

 -¿Qué opinas de Lucía?

 -¿La chica de las clases?

 -La misma...  

-Le gustas un montón. ¿Por...? – Inquirió. – ¿No jodas que no te has dado cuenta?  
-Pues... No. Y hoy... Hablando de un tío – Tú. – me he puesto un poco celoso. Se enfadó, se sinceró, y se largó.

 -Ay primo... Te queda tanto por aprender... ¿No sabes del lenguaje corporal? Eso dice mucho.

 -No es que... haya tenido... muchas relaciones. – Se sinceró. – No se que hacer. ¿Qué harías tú?

 -Ir a buscarla, hablar con ella. Si has hecho algo mal, como los celos, pedir perdón. Arreglarlo, y si ves que funciona... ¡lanzarte a por ella!

 -¿Tú crees?

 -Claro, tío. Me espera la parienta, mañana nos vemos y... suerte. – Con esto último, salió de la habitación y fue a casa de Sara.

 El consejo que le había dado a su primo, era el mismo que iba él a aplicarse con Sara: disculparse. Se había comportado muy mal con ella, se pasó un huevo. No debía de haberle hablado de esa forma.

 Vale, sí, él lo sabía: le había engañado con varios tíos, y sí, había mantenido relaciones. Pero él solo quería abrirle los ojos y hacerle entender a ella que en una relación hay que guardar fidelidad. Ahora, más calmado, se daba cuenta de que la culpa había sido de ambos, de él por aceptar salir en secreto como si fueran críos de doce años, y de ella, por no entender que ahora mantenía una relación seria.  

Tenía que arreglarlo.

 Se pasó, le habló mal, se dijo a sí mismo, pero una cosa era cierta: ella podía acostarse con quien quisiera, y que la gente hablara y él sabiéndolo, llegándole los comentarios, pero a pesar de todo esa chica le había vuelto loco, y seguiría ahí. Y aquel día habló consumido por los celos, la rabia y la impotencia de poder perderla.

  Definitivamente, tenía que arreglarlo.

 Cuando llegó a su casa, ella abrió la puerta. Estaba hermosa. Llevaba un vestido largo de gasa, asimétrico por abajo, por la parte trasera era un poco más largo. Era de palabra de honor, con un cinturón marrón fino un poco más abajo del pecho. De un amarillo claro. Los tacones eran del mismo color que el cinturón. El pelo suelto, con dos mechones que quedaban sueltos por su rostro, y unos cuantos tirabuzones en él. El color del vestido, resaltaba su bronceado de piel, el pelo, rubio oscuro, hacía que sus ojos fueran de un marrón más bonito, entre un marrón chocolate y un marrón clarísimo.

 -Hola. – Dijo ella con una sonrisa en el rostro.

 A él se le olvidó como pronunciar palabra alguna.

 -Puedes pasar, ¿eh?

 -Estás... Guau.

 -Mis padres esperan en el jardín. Vamos. – E hizo ademán de que la siguiera la interior de la casa.

 Cuando Sara tuvo que presentarlo, lo hizo como su novio. Eso hizo que Gabi se quedará sorprendido. No se lo esperaba para nada.  

Después de cenar, dieron un paseo hasta llegar a un pequeño mirador que había en la urbanización de Sara. Ambos entraron en él.

 -Sara... – comenzó Gabriel.  

-Shh... Disfruta de las vistas. – Lo calló Sara, y se giró para poder contemplar el cielo nocturno. Había varias estrellas, entre ellas se encontraba la constelación de la Osa Mayor y una luna menguante.

 -Por favor, Sara, déjame hablar. Sara se giró y se quedo frente a él. Su rostro denotaba preocupación y culpa.

  -Claro, ¿qué pasa? – Intentó darle ánimos.

 -Sara, siento mucho lo de esta tarde. Espero que me perdones. No tenías que haber organizado la cena con tus padres para demostrarme que te importo. Yo sé que te importo. Esta tarde te hablaba consumido por los celos y la angustia de pensar que te podía perder. Pero, es que eran demasiados comentarios y rumores los que habían llegado hasta mí, y únicamente tenía en mi mente la imagen de ti con otro tío. Y eso me superaba. Sé que note he tratado bien, lo siento mucho, espero que me puedas perdonar algún día, por que el trato de esta tarde no ha sido el correcto. Simplemente, me dejé llevar por las emociones, y no me paré a pensar que la culpa también es mía, en parte.

 -Pe...

 -Shh... Princesa, déjame terminar. La culpa también es mía, por no saber tratarte, por pasarme, quizás no he pasado tiempo suficiente contigo, o te he dejado de lado. Solo sé que esta cena de hoy, no era lo que tenías que haber hecho. Deberías de haberte enfadado conmigo por mi trato hacia ti esta tarde, haberme mandado a la mierda o cualquier cosa así, incluso, deberías de haberte planteado el dejarme; pero no lo has hecho, y eso solo quiere decir una cosa: te importo. – La miró a los ojos. Estaba emocionada. – No sé si me querrás, aún es pronto para que haya sentimientos de por medio, pero yo te puedo asegurar una cosa: siempre voy a estar contigo, ya sea como novio, amigo.. lo que tú quieras, pero déjame estar junto a ti. Lo siento.

 -Gabi... La culpa también ha sido mía. No me he acostado con nadie, pero sí me he liado con algún que otro chico... Y esta tarde he estado pensando... No te voy a decir que lo dejemos, por que me importas, y mucho, pero quizás empezar de nuevo, o darnos una última oportunidad. Al siguiente fallo, sea de quién sea, esto se acaba.

 Acto seguido, ella se lanzó a sus brazos. Él la rodeo con ellos ,y ambos se sumergieron en un cálido abrazo, lleno de cariño, esperanza, ilusión, y quizás, amor.
 

jueves, 16 de agosto de 2012

Capítulo 11

Miró por enésima vez su móvil, pero ya estaba apagado. Genial, pensó, ahora estoy sin batería, ¿y si Lucía se pone en contacto conmigo? Layla solo quería una cosa: volver a casa para cargar el móvil.

-Todavía no me lo creo.  – Volvió a repetir Cecilia. – ¿Por qué?

-Porque era lo que tenía que hacer. – La voz de Layla estaba cansada.

-¿Qué tenías que hacer: ser gilipollas? – Le replicó.

-¡Joder! Era lo que sentía en ese momento y me siento como nueva. ¡Déjalo ya!

-¿Pero por qué le has dicho eso? ¡Fue por su culpa que lo dejarais! ¡Te engañó con ella! Ahora solo falta que te conviertas en su paño de lágrimas.

-No, simplemente era lo que quería hacer. Que me engañara con ella, no quita que él siga siendo un cabrón, y no se merece las lágrimas de ella; bastante tuvo con las mías.

-Sigo pensando que no tenías que haber hablado con ella.

Pilar seguía sin decir nada. No había hablado en toda la tarde, solo estaba pendiente del móvil.

-¿Y tú? ¿No le dices que está loca? –  Le preguntó Cecilia.

-Pienso que no debería de haberlo echo, pero si ella cree que es lo correcto... – Y volvió la vista la móvil.

-Gracias. – Dijo aliviada Layla. – Además, siempre me estás diciendo que la culpa la tuvo él porque tenía un compromiso conmigo, que ella era libre y no tenía compromiso, y que podía liarse con quien quisiera, ¡incluso si esa persona tenía novia! No entiendo por qué ahora te pones así. – Le espetó a Cecilia.

-Porque una cosa es que la culpa sea de él y otra que la consueles a ella. ¿No lo entiendes? Es como si... Invitaras a la fiesta de cumpleaños de esa niña que siempre te quitaba el juguete en la guardería, solo porque tu “llevabas” más tiempo jugando que ella.

-Bueno, dejémoslo ya, todo esta hecho.

-Vale... Pero sigo pensando que has sido gilipollas.

-Esta bien... – Y con un suspiro finalizó la conversación.

-¿Qué te pasa, Pilar? Has estado todo el rato... absorta.

-Nada...

-¿Cómo que nada? Trae el móvil.

-¡No! – Y forcejearon con el móvil entre risas.

-Venga... Di nos que escondes...

-Es que... ¿Os acordáis del chico que conocí en el bus?

-Claro.

-Sí.

-Pues... – Titubeó. – Resulta que me ha dicho que va a ir este finde al pueblo de tu prima. – Dijo esto refiriéndose a Layla. – Y me ha dicho que podemos quedar, si quiero...

-Tonta, ve. Puedes venirte conmigo si quieres. – Dijo Layla. – Puedo hablar con mi abuela, y nos podemos ir mañana mismo si quieres. Vente tú también, Ceci.

-Mmm... no quiero molestar a tu abuela, Layla.

-Si quieres, puedo decírselo a mi hermana, y vamos con ella. – Dijo Cecilia.

-Me parece buen plan.

-Bueno... ¿nos vemos entonces el sábado? – Confirmó Layla.

-Sí. – Dijeron al unísono.

-Pues yo me voy a ir, estoy cansada. ¡Nos vemos!

-Adiós.

-Hasta luego.

Por fin iba a llegar a casa y poder cargar el móvil, y ver si tenía noticias de ella, sino, la llamaría ella.

Cuando llegó a casa, la había llamado su prima, por si se quería ir mañana a su casa y estar allí todas las fiestas, aunque empezaba el miércoles, pero así iba conociendo a la gente –ese pueblo tenía pocos habitantes, pero en verano se llenaba de gente al ir la mayoría a visitar a sus familiares, ya que muchos aprovechaban las fiestas– . La llamó.

-Tita, ¿está la prima?

-Sí, espera. – Unos segundos más tarde. – ¡Hola!

-Hola. Oye, que voy a ir, pero me quedo en casa de la abuela...  Cuando llegue te llamo o algo, ¿vale?

-Como quieras... Bueno, me voy que he quedado.

-Chao.

Se dirigió a su móvil. 3 sms nuevos: 2 llamadas perdidas de su tita, otra de su prima y uno de Lucía.

<<Olvidat d el, sta con otra y dentro d poco se va>>

domingo, 12 de agosto de 2012

Capítulo 10


-Tú madre es una mujer muy elegante…
 
-Sí, le gusta sentirse bien consigo misma. 

-Que guay… Me encantaría de mayor tener su estilo y elegancia. ¿Cómo se llama? 

-Alba. 

Era el momento ahora, y Lucía lo sabía, en este descanso-despedida, era el momento de 
sacar el tema de “Gabriel”. Se lo debía a Layla. 

-Oye… 

-Dime. 

-Tu primo ese… Gabriel… ¿Porqué lleva siempre el mismo bañador?

-Pues... no es el mismo: tiene dos o tres azules, y uno de cada color, rojo, verde, amarillo...

-Ahh... ¿Y porqué hawaiano?

-Su abuelo por parte de madre es de Hawaii, y desde pequeño le ha inculcado los valores hawaianos
 y la cultura.

-Mmm... ¿Y se queda aquí todo el verano? 

-Sí, creo que sí. ¿Por qué? 

-Oh… Por nada. Simple curiosidad. Es que me lo he encontrado un par de veces. – Explicó, no 
quería que pensará que le gustaba o algo. Oh oh. Había metido la pata. 

-Tranquila, lo podrás ver más veces… - Dijo decaído. 

Oh oh. 

-Bueno… ehh… no es por mí. – Lo siento Layla. – ¿Te acuerdas de mi amiga Layla? Le gusta, pero
 lo ha pasado muy mal en su última relación, y… no quiero que lo vuelva a pasar mal. Por eso quiero
 saber cómo es tu primo para ella. – Suspiró. 

-Dile que no se haga ilusiones… Mi primo va a vivir la vida, es joven, no quiere obligaciones. 

-Pues… lo he visto esta tarde con Sara, y parecía que la cosa iba en serio. 

-¿Cuánto te crees que le queda a mi primo aquí? Puede poner la relación seria, incluso comprometerse,
 pero en menos de un mes desaparecerá, y... ¡pum! Adiós a todo. No entiendo por qué tanto interés, 
además, por lo que sé, tu amiga esa no vive aquí, ¿qué más le da? ¿Por qué no me dices la verdad? – Su
 voz sonaba desesperada, no le hablaba con enfado ni con ira, solo con la voz de alguien a quien le han 
partido el corazón, a alguien que se había ilusionado y se había chocado contra la pared. 

-¿Pero… ¡de qué vas!? – Ahí salió la Lucía que todo el mundo conocía, la Lucía enfadada, aquella que 
no se dejaba pisotear ni vencer por nadie. Quizás Francis no se lo merecía, y ella lo sabía, pero le jodió
 bastante que dudará de ella, ¿es que no se daba cuenta o qué? A ella le gustaba él, ÉL, no
 Gabriel. – Perdona, Francis, pero si estás tan ciego ¡es tu culpa! No es mi problema que creas que todos
 van detrás de tu primo, y que él es super mega guapo y cosas así. ¡Él problema es tuyo si no ves más 
allá de tus ojos! ¡Tuyo! Es que parece mentira... ¿no has notado nuestro tonteo por Tuenti o qué? ¿Qué
 tengo que hacer para que te des cuenta? ¿No has visto que me quedo embobada cuando estoy aquí, 
delante tuya? ¿Tengo que ponerte un cartel que diga “Me gustas, Francis”? – Suspiró. – Quizás, deberías
 de dejar tus paranoias mentales a un lado sobre a quién le gusta quién... y mirar a tu alrededor.

Y dicho esto, Lucía se fue.

Francis se quedó allí sentado, asimilando todo lo que había pasado en esos últimos minutos, en todo lo
 que Lucía le había dicho. ¿De verdad le gustaba? No se había dado cuenta de nada... Aun que haciendo
 un repaso mental de los últimos encuentros y las conversaciones por Tuenti, y con lo que ella le había
 dicho ahora, quizás sí era verdad, y aquellas cosas eran demasiado obvias, pero no ante sus ojos en
 aquel momento. ¿Había metido la pata? Sí. 
Ahora mismo sus ánimos no daban para mucho.

¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta? ¿Tan ciego era? Uff... que tardecita... Pero ahora le
 tenía que mandar un sms a Layla. ¿Qué le podía poner? Tampoco quería que supiera que esa chica era
 Sara, no quería hundirla. Pero quería que abriera los ojos, que no se dejara engañar por él, y por sus
 falsas ilusiones.

Uff... ¡Qué complicado era todo! Esta tarde lo había echado todo a perder con Francis. Se había pasado
 con él un poco... bastante. Pero le jodió mucho que dudará de ella, los tonteos habían sido poca cosa,
 pero el “xao wapo!” de despedida en el Tuenti era algo, ¿no? Al menos eso le servía a ella para saber 
si ese chico quería algo o no con ella, y estaba segura de que a él no le decían mucho lo de guapo, más
 que nada, por su escasa vida social, y ella supuso que eso a él le valdría.
Uff... Quizás debería de suponer menos y fijarse en el mundo real, como le había dicho a él hace unos
  minutos... ¿Qué debía de hacer ahora? ¿Volver y disculparse, o dejarlo pasar? La verdad era que Francis
 le gustaba mucho, su forma de ser, esas bromas que solo conoce ella... Uff... Lo mejor sería, de
 momento, dejarlo pasar, consultar con la almohada, y mañana sería otro día.

Todavía era temprano para irse a dormir, pero el día había sido agotador. Se tomó un Ibuprofeno, le dijo
 a su madre que no encontraba muy bien y que iba a echarse, que no la molestará. Iba a desconectar el
 móvil, cuando se acordó de que aún tenía que hacer una última cosa por hoy.