lunes, 31 de diciembre de 2012

Capítulo 20

FELIZ NAVIDAD Y AÑO NUEVO PARA TODOS. QUE VUESTROS DESEOS SE HAGAN REALIDAD :)



-Layla, despierta... - Susurró alguien.

Layla se giró hacia el otro lado, envolviéndose más entre las sabanas... Le gustaba tanto esa sensación de estar envuelta en ellas, tan calentita y cómoda...

-Layla, está Carmen al teléfono. - Y sintió unas manos sobre sus hombros.

Ronroneó.

-Layla... - La voz dejó de ser un susurro.

Layla abrió un ojo, y pasó su mano sobre el restregándola, para despertarse definitivamente. Intentó librarse del ovillo que era por aquel entonces las sabanas, y con un poco de esfuerzo logró zafarse de ellas, liberando así sus brazos. Se giró hacía el otro lado, quedando cara a cara con su abuela.

Bostezó.

-¿Qué pasa, abuela? - Su voz sonaba tan cansada... Estaba tan a gusto en la cama, que no quería salir de allí nunca.

-Carmen está al teléfono. Venga, no la hagas esperar más. - Y salió de la habitación.

A Layla le hubiese gustado quedarse en la cama unos minutos más, era lo mejor de levantarse tarde, esos momentos que estás recién levantada y todo parece un sueño, estás tan descansada y a gusto que te pasarías horas sin moverte de ahí. Donde lo único que te apetece es enrollarte otra vez entre las sabanas y estirazarte... pero Carmen esperaba al teléfono.
Salió de la cama, y buscó sus zapatillas de estar por casa. Eran rosas y con pelo. Arrastrando sus pies, se dirigió al salón y cogió el teléfono. Su abuela estaba en la cocina.

-¿Si...? -Dijo al teléfono. -su voz era la de una persona recién levantada.

-Buenoos diiiíaaaaaas - Contestó una voz cantarina al otro lado del teléfono. - ¿Qué tal estamos?

-Con sueño, ¿qué pasa?

-Hemos quedado para comer a las una y media, ¿te unes?

-¿Qué hora es? - Tenía reloj en la muñeca pero no tenía ganas de mirar la hora.

-Son las una. Venga, vístete y nos vemos en la farola. -Chauuuuu - Y colgó.

Layla colgó el teléfono. Que pocas ganas de fiesta tenía... solo quería dormir un poco más.

-Abuela, no prepares comida para mi, que me voy con la prima y estas a comer, ¿vale? - Dijo mientras se dirigía a la puerta de la cocina.

-¿No vas a desayunar?

-No, abu. Voy a arreglarme.

Camino a su cuarto, ya estaba haciendo planes sobre la ropa que iba a ponerse. Cogió sus pantalones cortos vaqueros y una camiseta de rayas naranjas anchas, de esas que una manga caía sobre el hombre, dejándolo al descubierto. Se miró en el espejo, se retocaría un poco el maquillaje de anoche, total, era mediodía, no había que arreglarse mucho.

Después de hacer sus necesidades en el baño, se lavó los dientes y contempló su rostro en el espejo: tenía un poco de ojeras y su pelo estaba alocado, algo inusual en ella, ya que debido a que era tan lacio, siempre era ese su aspecto, ¿tantas vueltas había dado esa noche en la cama?

Se echó agua en la cara, cogió el correcto de ojeras y aplicó un poco sobre las suyas para después difuminarlo con los dedos. La raya la mantenía aún de anoche, así que solo puso el rizador de pestañas sobre sus pestañas y después aplicó la mascara de pestañas. Unas gotas de colonia sobre su cuello, y voilà.

Revisó el bolso, sólo tenía que meter sus llaves, pañuelos llevaba y le monedero estaba dentro con el dinero que le sobró ayer. También estaba la cámara de fotos - que no recordaba haberse echado alguna - y su vaselina. Que se echó un poco y la volvió a guardar dentro.


Cuando salió a la calle, el sol la deslumbró. Sus ojos debían de acostumbrarse a la luz y dejar la oscuridad del dormitorio atrás. Durante unos segundos tuvo que entornar los ojos y poner sus manos de tal modo que tapaba el sol y no le molestaba tanto. Notaba como los rayos de sol calentaba su cuerpo. Hacía mucha calor. Era lo que tenía el verano en Andalucía.

Se lamentaba de no haberse hecho una coleta cuando estaba en el cuarto de baño, iba a pasar calor. Buscó entre las cosas de su bolso, haber si por casualidad tenía algún coletero, pero no encontraba nada. Se resintió. Tendría que pasar calor, a no ser... Tenía la posibilidad de que alguna de las chicas llevase alguno de sobra.

Cuando llegó a la farola, Carmen estaba bajando la cuesta de su casa. Layla se dirigió hacia le final de la calle y se dieron dos besos cuando Carmen llegó a donde se encontraba Layla.

-¡Hola! - saludó radiante, Carmen.

-Buenos días. - Saludó, aún soñolienta, Layla. - Oye, ¿no tendrás por casualidad un coletero? - intentó sonar inocente, mientras se tocaba un mechón de su pelo suelto y miraba hacia el suelo.

-Pues sí, pero lo estoy usando ahora mismo. - Sonrió Carmen.

-Ahh... Espero que tengan alguno las chicas. - Sabía que si Carmen no tenía, no iba a conseguir mucho del resto. Aún no tenía la suficiente confianza para pedirles algo, aunque fuese un insignificante coletero.

-Oye, ¿qué pasó anoche con mi hermano Toni? - y agregó:- Llegó a casa raro, cómo si estuviese enfadado o algo... - Y miró por el rabillo del ojo a Layla, estudiando su reacción. Carmen no era tonta y sospechaba que en el estado de ánimo de su hermano ella tenía algo que ver.


-¿Nosotros... quedamos ayer en el parque? - Logró decir. No. No. NO. No podía ser cierto, ¿"el hawaiano" aquí? Tenía que haber sido un sueño, era lo único que parecía lógico, pero Layla no era capaz de distinguir lo real y lo ficticio de anoche. No recordaba haber soñado nada, y eso lo dificultaba aún más. Se sentía confusa.

-No... Quedamos en el bar, ¿por...? - Una pausa, Carmen retrocedió algunos pasas hacia Layla. - ¿Qué pasa? ¿Porqué te detienes?

En su interior, Layla se relajó. Tenía un poco más claro lo que pasó anoche, y lo que era real y no.

Suspiró.

En cierto modo, estaba decepcionada, le hubiese encantado que "el hawaiano" de verdad estuviera aquí, pero era un poco irreal ese pensamiento, ya que tendría que haber hecho más de dos horas de camino para encontrarse con ella aquí, y no tendría donde quedarse a dormir, así que el viaje hubiera sido en vano, ya que, por mucho que le pudiese gustar Layla -en un hipotético caso-, ¿haría unas cinco horas en coche para pasar con ella unos minutos?

La respuesta era obvia: no.

Por otra parte, se alegraba. No quería pensar cómo iba a reaccionar ahora cuando se encontrase con Adrián si lo del sueño hubiera sido la realidad. Pero... lo de la salida a la discoteca era real. Estuvieron a punto de besarse, y él tiene su rollo con la chica rubia. Su primo los vio, y no le regañó, porque hubiera quedado raro, ¿no? Pero sí le dio un consejo a Layla: que se alejara de él si no querría problemas, y no se lo decía por él, sino por la chica rubia.

-¿Layla? - Habían pasado uno segundos, aunque para Layla desde el momento que supo que había soñado, hasta ahora, le parecía que habían pasado horas.

-Sí, sí... - y echó a correr hacia Carmen. - Lo siento... me he quedado un poco pillada porque no logró recordar mucho de ayer... Me tomé unos cuantos chupitos con Toni. - Agregó.

 -¿Anoche? - inquirió, extrañada.

-Sí... Anoche - Enfatizó Carmen.

Layla intentó recordar detalles de la noche anterior, aunque la verdad era que tenía los recuerdos algo borrosos. Recordaba una chica rubia, y a Adrián. Unos cuantos chupitos. Una quedada en el parque. Adrián y ella. Ella echando a correr. Chocarse con alguien... ¿El hawaiano?

Se paró en seco.

¿Qué? ¿El hawaiano?

Su mente intentó recordar todos los momentos de anoche lo más rápido posible. No podía ser cierto, no podía ser "el hawaiano", ¡no podía ser!

-Layla, ¿te pasa algo? ¿Porqué te detienes? - Le dijo su prima tras unos instantes después de su parada. Le sacaba cerca de 5 ó 6 metros de ventaja. Pero Layla seguía quieta como una estatua, sin reaccionar ni hablar. 

Cuando llegaron a la verbena, ya estaban todos: Paula y Vero, Adrián y las dos chicas y el chico que Carmen presentó a Layla la primera noche, pero al igual que esa vez, no mostraron mucho interés en Layla, y no la saludaron.

Adrián estaba absorto en una conversación con aquel chico, parecían muy buenos amigos. Las dos chicas, a las que inconscientemente Layla había bautizado como las pijas, estaban pendientes de sus Black Berry, y Paula y Vero charlaban tranquilamente.

Habían juntado dos mesas, de tal modo que Paula, Vero y las pijas estaban sentadas en un lado, y Adrián y el chico en el otro, enfrente de las pijas, quedando libre los dos asientos enfrente de Paula y Vero. Layla intentó coger el primer asiento libre, para no coincidir sentada al lado de Adrián, pero cuando quiso reaccionar ya se había sentado Carmen. Con fastidio, hizo una mueca sin darse cuenta y resignada se sentó al lado de Adrián.

A Layla solo le había dado tiempo sentarse y saludarlos, ya que la camarera había llegado:

-¿Qué queréis tomar? - Preguntó amablemente.

-Una coca cola. -Dijo Carmen.

-Que sean tres. - Añadió una de las pijas.

-Cuatro. -Dijo el chico. Tendría que preguntarle el nombre, ¿cierto? Era muy mala con los nombres y no se acordaba del suyo.

-Yo quiero un nestea. - Agregó Layla.

Hubo una breve pausa donde nadie dijo nada más.

-Bien. - Concluyó la camarera cuando terminó de apuntarlo:- ¿Algo más?

-Otro nestea. - Dijo Paula.

-Y una fanta de naranja. -Dijo Vero.

-Mejor dos. - Añadió Adrián, y sonrió a Layla.

-Marchandooo. - Dijo, en tono cantarín la camarera.

En breve, todos estaban charlando, a excepción de las pijas que estaban con la bb: Carmen hablaba con Paula y Vero, y Adrián con el chico.

Layla estaba empezando a odiar un poco las sillas de plástico, porque estaba empezando a sudar, se quedaría pegada a ella y se le marcarían toda la silla en los muslos. ¿Por qué hacía tanta calor?

-¿En qué piensas que estás tan callada? - Era la voz de un chico, Layla no necesitaba mirar para su derecha para saber que se trataba de Adrián, aun así, antes de contestar, miró hacía él. Estaba sonriendo, con esa sonrisa que le hacía tan mono...

Suspiró.

Por suerte, podía pasar el suspiro como consecuencia de haberla molestado de sus pensamientos, y no porque se moría de ganas de darle el beso que anoche interrumpió Toni.

-Nada... Tengo sueño. - Y sonrió, pero por educación, ya que también tenía la mirada del otro chico puesta en ella.

Miró hacia Carmen y las demás, dando por zanjada la conversación, pero giró nuevamente la cabeza hacia ellos.

-Por cierto, ¿cómo te llamas? - Preguntó al chico. Castaño, ojos marrones, pómulos marcados, y barba de dos días. Le daba un toque mayor. Seguramente sería de la edad de Layla, pero aparentaba diecinueve, más o menos. - Es que soy malísima para recordar nombres. - Añadió, esperaba que no la odiara o pensara que qué estúpida, y sacó las mejores de sus sonrisas.

El chico sonrió también, y contestó:

-Me llamo Javi, y tranquila, a mi me pasa igual.

-Ah, guay. - Respiró relajada. A veces se sentía estúpida al olvidar los nombres de la gente que conocía, ya que entre sus conocidos, ella era a la única que le pasaba. Al menos, ya conocía a otra persona más que le pasaba lo mismo.

-Entonces... ¿Tu nombre es... ? - Dijo como quién no quiere la cosa.

-L...

-Layla. - La interrumpió Adrián. Layla lo dejó pasar, pero era obvio que lo hacía para llamar su atención. Parecía que no le hacía mucha gracia que hablara con Javi y se olvidará de él. O eso pensó Layla. El sueño, y lo pasado la anterior noche, le hizo cambiar un poco la imagen de Adrián. Si antes había algo que no le inspiraba confianza, ahora menos.

-Sí, eso. - Dijo, restándole importancia a su intervención.

-Bueno, tú no eres de por aquí, ¿verdad? - Preguntó Javi.

-No.

-Ya decía yo que no me sonabas...

En ese momento llegó la camarera con las bebidas, y dos tapas de chorizo, morcilla y queso. antes de irse, agregó:

-Cuando sepáis que vais a pedir de comida, me avisáis, ¿vale?

-Claro. - Respondió Carmen.

-Soy de un pueblo cercano, pero como tengo familia vengo en las fiestas y eso. - Retomó la conversación Layla.

-Guay. - Finalizó ese tema con una sonrisa.

Al final decidieron pedir dos perritos calientes, ya que era la especialidad de la verbena, y era de 1 metro de largo cada uno, por lo que decidieron dividirlos en cuatro trozos y así todos tendrían; y era barato, cuatro euros el perrito, por lo que tocaban a un euro cada uno más la bebida. Vamos, un chollo.

Durante la comida, Adrián miró a Layla repetidas veces, y Layla lo había notado, unas fue descaradas, directamente, y más de una vez Layla quiso decirle que qué coño hacía, que tenía ligue y que la dejará en paz, pero par mantener la calma y no montar el numerito, se cayó; y otros, lo hacía por el rabillo del ojo, espiándola cuando hablaba con Carmen o el resto -sin contar a las pijas, claro-.

-Bueno, -dijo Carmen, se notaba que ella era quién llevaba el mando del grupo-, la disco hasta las tres y media no abre, ¿qué hacemos? Son las tres.

Todos se encontraban en la entrada que había al parque. Hacia mucha, mucha calor. Layla quería un coletero.

-¿Y si nos vamos al parque? - Era la primera vez que Layla escuchaba la voz de unas de las pijas. Apartó por unos momentos la vista de la bb y los miraba a ellos, esperando una respuesta.

-Hay unos bancos, vamos a ver si da la sombra en ellos. - Propuso Javi.

Sin más intercambio de palabras, todos se dirigieron al parque. Solo en dos bancos daba la sombra. A uno de ellos fueron las pijas con la bb y Javi se les unió. Sacó su iPhone y los tres se olvidaron de su vida social.

Las chicas se sentaron en el otro banco, quedando Adrián y Layla de pie. Adrián se sentó en el bordillo, y miró a Layla como diciendo que se sentara a su lado. Pero no lo hizo. Se sentó al bordillo contrario al de él. Quería distancia.

-Oye, Adrián, ¿dónde te has dejado a Isabel? - Preguntó Paula.

-Anoche... hubo bronca. - Y miró por detrás del banco a Layla, para que captara bien lo que acababa de decir. Una señal de que era por ella.

Layla evitó mirarlo, aunque sentía sus ojos sobre los de ella.

-¿Qué pasó? - volvió a preguntar Paula.

-Nah... Si fue solo un rollo, ya se acabó la cosa, pero parece que ella se lo tomó más en serio de lo que realmente iba la cosa.

Layla se estaba empezando a incomodar, más bien, llevaba ya así un rato. A Adrián solo le faltaba poner un letrero que rezará "Mi próximo objetivo es Layla". Quería largarse de allí. Menos mal que su objetivo cuando llegó era que no iba a pensar en tíos y que iba a pasar de ellos. Misión imposible.

- Pues la llevas clara. - Se escuchó a lo lejos. Era una de las pijas, Layla creía que era la que propuso que se fueran al parque.

-¿Por qué? - Se levantó Adrián del bordillo de la acera y caminó hacia ella.

-No te va a dejar ir tan fácil. Cuando a ella le gusta alguien, si no es para ella, tampoco será para otra.

Toma, pensó Layla, otra indirecta más. Venga, ¿quién se ánima gritar su nombre? Pensó, aunque seria más apropiado decir que gritó, en su interior.

-¿Y qué va a hacerme? - Tenía un tono burlón en la voz, como si una cría pudiese con él.

Por primera vez, la chica levantó la vista de la bb y lo miró fijamente. Layla se estaba perdiendo la escena, quería saber qué caras y qué reacciones estaban teniendo los dos participantes de la conversación. Quería levantarse, pero no quería tener más evidencias de qué ella era la culpable de aquella "ruptura". Las palabras de Toni pasaron por su mente.

Pff... ¡¡Qué lío!!

-A ti, puede que no mucho... - Venga, venga, ¿por qué no decís mi nombre? ¿Tengo que decirlo yo?

-Mira, ya dejamos las cosas claras anoche. Si ella no ha sabido encajarlo es su problema, no el mio. Ambos sabíamos que esto era un simple rollo. Fin. - Se giró.- No te olvides de comentárselo por What's App. - Y volvió hacia el banco.

Vaya, y parecía tonto el chaval, pensó.

-Sabía que era un rollo, pero pensaba que se terminaría cuando tú te largaras, no por otra.

Vale, se acabó. Layla estaba cansada de esto, no lo aguantaba más. Tantas indirectas y tantas tonturas. Estuvieron a milímetros de que se besaran, pero no se besaron. No hubo beso. ¡No hubo nada!

Layla se levantó, prefería esperar en casa de su abuela a que abrieran la discoteca, y no en el parque. Por que al final se iba a liar, iba a saltar, y no quería eso, porque eso era lo que iban buscando.

Justo en ese momento, sintió como si algo cayera hacia su ropa interior. La regla. Layla no se había acordado, pero esa semana tenía que venirle. Ahora si que tenía que ir a casa de su abuela, y ya no era excusa.

-¿Dónde vas? - preguntó Carmen cuando la vio levantada.

-Tengo que ir a la casa de la abu... Una emergencia. ¿Me acompañas? - Lo de emergencia lo entendieron todas las chicas.

-¿No bajamos a la disco? Es ya la hora. - dijo la pija estúpida que había mantenido la conversación con Adrián. ¿Por qué no te mueres?, pensó Layla, harías un gran favor a la humanidad.

¿Y por qué estas chicas estaban con ellos y no con la tal Isabel? Era algo que Layla tendría que preguntarle a Carmen.

-Bueno, pues vamos bajando y luego nosotras tiramos pa' casa de la abuela.

En todo el camino, Layla evitó a Adrián, no quería broncas y no quería que al verlos hablar la pija informara a Isabel y se liara una peor de lo que ya había.

Cuando llegaron a la disco, a Carmen la agarró un chico del pueblo, y antes de que Layla pudiese decir algo, ya estaban dentro. Buscó con la mirada a Paula y Vero, pero no las veía por ninguna parte, seguro habían entrado ya. La única persona que quedaba fuera que ella conociera era Adrián, y prefería ir sola antes que con él. En verdad, era una excusa que Carmen la acompañara, era para ir hablando con alguien, pero iría sola.

Giró, dejando la discoteca atrás y cruzó para subir la calle y llegar a la casa de su abuela, cuando escuchó música.

Se paró en seco y se volvió. Allí estaba Adrián colgando el móvil.

- ¿Qué quieres? - Intentó ser lo más borde posible.

-Como querías compañía... Pensé que yo...

-Que tú nada. - Le cortó. - Haz el favor de volver a la disco, no quiero problemas con Isabel. ¡Por Dios! - Se echó las manos a la cabeza. - ¡Todo el mundo ya sabe que la has dejado por mi! Y lo más fuerte es que NO HA PASADO NADA ¡NADA! ¡Ni un puto beso, ni un abrazo! - Estaba gritando, y no era consciente de ello, pero estaba fuera de control, todo lo que se había aguantado en el parque estaba saliendo de ella ahora. - Así que... haz el favor de irte. no quiero broncas ni malos rollos por algo que yo no he hecho. - ya se había relajado un poco.

Adrián se le acercó, hasta estar frente el uno del otro.

-Hagamos entonces que tengan motivos.

Y la besó. Pero era un beso de verdad, ahora no había nadie interrumpiéndolos. A Layla no le dio tiempo de reaccionar cuando ya estaba sus labios juntos. Intento separarse de él, pero hasta que no introdujo su lengua dentro de su boca, no la dejo.

Layla logró separarse de él, y sin pensarlo, puso su mano sobre su mejilla. Y echó a correr.      

viernes, 7 de diciembre de 2012

Capítulo 19


Layla no sabía cómo reaccionar. Sabe que solo pasaron unos segundos desde que sus ojos se posaron en aquella chica mientras abrazaba a Adrián, pero para ella habían pasado horas. Sentía como si le hubieran tirado una jarra de agua fría por encima, y estuviera empapada mientras poco a poco se congelaba. Estaba paralizada.

-Bueno…– Rompió el hielo Adrián. – Ahora vamos p’allá.

-Vale… – Logró contestar secamente.

Contempló como Adrián y aquella chica salían de la discoteca, y ella se quedó allí, observando quieta como una estatua.

-¿Qué haces aquí? – Le habló Carmen. Era incapaz de reaccionar. Pero lo que más le preocupaba a Layla era su reacción, ¿por qué reaccionaba así? ¿Tan importante era en su vida Adrián? ¿Y “El hawaiano”? – ¿Layla? ¿Estás bien?

-Sí, sí. Perdona. – Contestó rápidamente. – Vámonos. – No quería calentarse la cabeza, eran fiestas, solo tocaba divertirse.

No sabía ni la hora que era, la discoteca comenzó a vaciarse hace un rato. Layla estaba con su primo, todos los demás se habían ido. Debían de ser cerca de las cinco de la mañana.
Su primo la había invitado a varios chupitos. Ella aguantaba muy bien el alcohol, pero cuando llegaban los chupitos… A fin de cuentas, era lo que ella quería: no pensar en nada.

La música retumbaba en su cabeza, solo se reía de las tonturas de su primo. Estaban apoyados en la barra de la discoteca, contándose cosas de los últimos meses.

-Primita… creo que va siendo hora de irnos. ¡Es solo el primer día, y mira qué hora!

-Tienes razón… – Estaba lo suficientemente cansada para llegar y acostarse en su cama, y no pensar.

Se dirigían hacia la puerta. Su primo se paró a saludar a un chico del pueblo. Layla se puso a mirar a su alrededor, se prometió que nada de chicos, ¿qué le pasaba?

Se dirigió hacia la puerta mientras le hacía una señal a su primo, así tardaría menos.
Abriendo la puerta se chocó con una chica.

-Perdón… —Se disculpó.

-No pasa nada. – Contestó ella.

Cuando se miraron, la mirada de disculpas de ambas, cambiaron a ser miradas de odio. Esa chica era la que estaba con Adrián.

Era rubia, con el pelo liso y flequillo recto. No podía distinguir el color de sus ojos, pero a simple vista era guapa. Quizás un poco pequeña, 15 años aproximadamente, pero con tanto maquillaje aparentaba dos o tres más. Llevaba tacones y unos shorts de talle alto.

Nunca antes la había visto por el pueblo.

Le echó una última mirada y salió de la discoteca. Cuál fue su sorpresa que Adrián estaba esperando ahí fuera a su chica.

Se miraron.

Genial, pensó, tanto alcohol y al final para nada… Noche de rayamiento, otra vez…

-Hola. – Le saludó Adrián.

-Hola. – Respondió secamente. ¿Qué quería ahora?

Resopló. ¡Por Dios, que salga ya Toni!

Se apoyó en la pared, mirando a la nada, esperando a Toni.

-Es solo un royo. – Soltó de golpe Adrián.

Layla fue a buscarlo con la mirada, cuando se lo encontró en frente suya. Demasiado cerca.
-¿Y? – Contestó lo más borde y pasota que pudo.

-No me importa, ¿sabes?—Demasiado cerca, demasiado cerca…

-Y te lo vuelvo a repetir: ¿y? – Pff… como siguiera así, no se responsabilizaría de sus actos, y no le importaba mucho la cría que había dentro.

-Se te nota a leguas. Vamos, ¿me lo vas a negar? – Su tono era tan vacilón, tan seguro de sí mismo… Le recordaba a Pablo, el chico rico de la playa que iba detrás de ella; pero Adrián era distinto. Había algo en Pablo que le decía que se alejara de él, que no era bueno, pero con Adrián… Simplemente por cómo le estaba hablando se notaba un montón que era como Pablo, pero tenía algo…

Su rostro se estaba acercando demasiado al de Layla, ¿qué debía hacer: la cobra, largarse sin más, dejarlo, lanzarse sobre él? Eran demasiadas cosas en su mente, y el alcohol le decía que se dejará, pero no solo el alcohol, sino que ella quiere. Sí, lo quiere besar. Desde que lo conoció, desde que lo vio por primera vez en las escaleras. Desde ese momento, la ha vuelto loca.

Sentía ya su aliento, estaban a punto de besarse, por fin…

-Ejem… ¿Layla? – La llamaron interrumpiendo el beso que no logró realizarse.

-Hola, Toni... – Logró titubear. ¡Qué vergüenza!

En ese momento, la chica rubia salió de la discoteca. Buscó a Adrián con la mirada, estaba a varios pasos de ella. ¿Cuándo se había alejado?

La chica rubia miró a Layla con odio, y se lanzó a los brazos de Adrián hasta llegar a sus labios y zamparle un beso, algo brusco, para marcar territorio.

Layla apartó la mirada. Le recordaba a lo vivido instantes antes. Fue al lado de Toni y llegaron a casa de la abuela en silencio.

-Hasta mañana, Layla. – Se despidió fríamente Toni.

-Adiós… – dijo, nuevamente, avergonzada.

Layla se giró para meter la llave en la cerradura, cuando Toni dijo:

-Ten cuidado con lo que haces, puedes buscarte problemas; y no lo digo por mí. – Seguidamente, Toni se fue.

Layla no se atrevió a girarse y mirarlo. Tenía razón, le estaba agradecida por que hubiese aparecido.

Fuera royo o novia, Adrián estaba pillado, no era libre. Y si no llega a ser por Toni, la chica rubia los hubiera visto, y se habría liado una buena.

Después de quitarse la ropa y el maquillaje, se metió en la cama. Estaba calentita, eso le vendría bien, porque tenía mucho sueño.

Era lo noche siguiente, estaba esperando en el parque a que apareciera la gente. El banco estaba frío.

Podían llegar ya, que me voy a congelar.

Llevaba su falda negra de vuelo, que era más larga por detrás, con una blusa blanca de media manga. Se estaba congelando.

Por la fuente venía un chico, ¿sería del grupo?

Después de unos pasos más, lo supo: era Adrián.

-Hola. – La saludó, traía consigo una sonrisa picara.

-Hola, ¿y el resto? – Después de lo de ayer, quería poner un poco de distancia. Asociaría su comportamiento al alcohol.

-Les falta un rato más. – La sonrisa creció.

-¿Cómo? – Se estaba empezando a asustar. Se levantó del banco, e inconscientemente, dio un paso hacia atrás.

-No huyas. No pasa nada. Solo he querido quedar contigo un poco antes…

-Mira, Adrián, lo de ayer fue un error, ¿vale? Iba un poco contenta, eso es todo. Ahora vete con la rubia y déjame, ¿vale? No quiero problemas. – Dos, tres, hasta cuatro pasos dio hacia atrás.

-No sabes mentir. Muy mal… Layla… Muy mal…

Echó a correr, se dirigía a la plaza del pueblo, a menos de cincuenta metros, allí había un bar, estaría a salvo.

Corría como si el viento la llevará, hasta que chocó con alguien. Vaya, nada más que chocándome con la gente.

Cuando miró quién era la persona con la que se había chocado, se quedó helada. “El hawaiano”

Pe… Pero… ¿Qué era esto?

La cabeza le daba vueltas, ¿Qué hacía él aquí?

Quería dormir, estaba cansada. Esto le superaba. No podía ser posible.

Olió su fragancia, era elegante y atractiva. Quería decirle tantas cosas, lo que sentía por él, que siempre le ha gustado a pesar de no estar nunca juntos, quería decirle tanto…

“El hawaiano” la abrazó, y ella se dejó abrazar, se fundió en ese abrazado con él. Cerró los ojos, solo quería estar con él, y dejar a Adrián en el pasado.

¡Adrián!

-¡Tenemos que irnos! Hay un chico que está loco, ¡Vámonos!

Tiró de él.

-¡Vamos! – Estaba desesperada.

-Tranquila… – Su voz era tan dulce, tan tierna. Lo hacía más irresistible aún. – Nos ha visto y se ha ido.

Se abrazaron nuevamente.

-Vale… Ahora, ¿qué haces aquí? ¿Cómo sabes quién soy? ¿C..

-Shh… – La calló, mientras ponía su dado índice sobre su boca para que la cerrara.
Le dio un beso en la mejilla. Sus labios eran tan tiernos…

-He hablado con Lucía. Yo también me fijé en ti. Te vi varias veces en la playa con ella tomando el sol. – Hablaba entre susurros.

Layla quería llorar de felicidad. Qué buena era Lucía…

Lo miró a los ojos, unos ojos claros…

Y sintió sus labios sobre los de ella…