sábado, 23 de febrero de 2013

Capítulo 22

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Al final se encontraron en el parque.
Cuando estaban llegando al grupo, Carmen le echó una mirada a Layla de advertencia, para que ella no se olvidara de Isabel. Lo cierto era que no necesitaba que nadie le recordara la existencia de esa chica, más que nada porque después de que Carmen saliera de casa de la abuela, Layla no había parado de darle vueltas a lo que le había dicho, a la conversación que escuchó en el parque, y a lo sucedido con Adrián.
Sus ojos se posaron rápidamente por todos y cada uno de los presentes, en busca de esa chica rubia. Por suerte, o por una señal del destino, allí no estaba.
Por fin, desde que salió esa noche, respiró tranquila.
Había más de diez personas alli, pero ninguna de ellas era Adrián. Estaba el chico de la comida, e iba a acercarse a él para preguntarle sobre Adrián cuando se dio cuenta de que, nuevamente, no recordaba su nombre. Además, estaba hablando con otros chicos y no quería molestar.
Estuvieron hasta eso de las una y media allí, bebiendo, hablando, riendo, e incluso algunos ya estaban bailando.
Layla estuvó todo el rato con Paula y Vero, y aunque su relación con Vero no comenzó muy bien por su tropez con la música, la verdad era que disfrutaba mucho con su compañia. Carmen estaba a ratos, a pesar de que ya estaban acostumbradas a eso, puesto que era bastante sociable y estaba con todos un poco. Varias veces estuvo tentada con ir a hablar con el amigo de Adrián, pero seguía sin recordar el nombre y no sabía como dirigirse hacia él, aunque bien podría decirle: "Oye, ¿y Adrián?". Pero no se convencia, más que nada porque si Carmen los había visto, alguien más perfectamente también pudo, y las pijas merodeaban por allí dejandolo como un mal plan.
Antes de bajar a la discoteca, apareció una cámara de no se sabe donde, y en menos de un segundo ya estaban todos cegados por el flash. Se hicieron varias fotos en grupo, dando la casualidad de que en una de ellas el amigo de Adrián se puso a su lado.
-Hola.- Le saludó con una sonrisa en la cara.
Layla iba a contestarle, cuando les interrumpieron:
-¡Javi! ¡Qué va foto! Shh...
El fash.
Después de aquella última foto, todos se disolvieron.
-¿Qué tal la noche?- Logró alcanzar Layla a Javi. Vero y Paula iban detrás.
-Bien, jaja. Ahora para la disco a continuar la party.
-¡Sííí!- Exclamó una voz lejana. Aquí hasta las paredes escuchaban. Layla tenía que tener cuidado.
-Sí... Pero parece que falta gente, ¿no?
-¡Ah, sí!- Se puso la mano sobre la parte posterior de la cabeza-. Falta Adrián.
Layla lo observaba aliviada: hablaba de la persona que ella quería.
-Me dijo que bajaría a la discoteca solamente, que no estaba de humor.
-Debe de haberle afectado mucho la pelea con Isabel...-Dedujo Layla.
Ella misma se sorprendía de sí misma, y es que a pesar de que ella era muy romántica y enamoradiza, su relación con Nico le valió de experiencia y aprendió a ser más astuta, y a tener un poco de idea.
-No te creas, ¿eh? -La miró-. Era un simple rollo, pero esa tia es muy posesiva...
-Mmm... ¿Agobio? -Preguntó inocentemente.
-Puede... Pero Adrián... Es un chico que va de flor en flor... Es muy raro que se fije en una tia.-Calló, pero tras unos segundos de meditación, agregó-: Pero no imposible.- Eso último lo dijo con demasiado énfatis, pero Layla no quiso darle importancia.
Después de pagar los cinco euros de la entrada más una consumición gratis, todos entraron en el local. Rápidamente, las chicas fueron a la esquina y dejaron los bolsos en la mesa que había. Era las ventajas de ser un pueblo pequeño: no te robaban.
Después de aquello, fueron a pedir. Mientras esperaban las bebidas en la barra, Layla echó un vistazo a su alrededor: un par de críos de unos 13 años se encontraban a unos metros de ella, los ancianos, y los que no tanto, ya habían ocupado su puesto de borrachos en la barra, unos chavales jugando al futbolin, y dos o tres personas más -además de ellos-, completaban el lugar.
Ya en su esquina, Layla contempló al grupo: los chicos iban informales, y las chicas con faldas o pantalones cortos arreglados, acompañados de corpiños o blusas.
El ambiente fue cargandose conforme llegaba más gente. Los flashes, la música y el humo de alguna que otra persona fumando a escondidas, empeoraban las cosas. No paraban de bailar, canción tras canción, Danza Kuduro, Gangnam Style, Bara bara bere bere o Pasarela, entre otras. Toda esta serie de acontecimientos, le hicieron salir a Layla más de una vez a la calle, ya que se sentía agobiada, cansada y acalorada. Necesitaba del aire fresco que le ofrecía aquella noche de verano.
Vió como Marta, la prima de Carmen, se dirigía a la puerta y le dió alcanze.
-Hace mucha calor aquí dentro, ¿eh? - le dijo mientras se posicionaba a su lado.
-Un poco.- Contestó amablemente.
Marta iba a abrir la puerta para salir cuando alguien que iba a entrar se adelantó. Por un milisegundo se le paró el corazón a Layla. Adrián. Cual fue su sorpresa al ver que quién entraba era su primo Toni. Se desilusionó un poco al verlo a él.
-Chicas.- Saludó.- ¿Dónde vais?
Marta sujetó la puerta para que no se cerrase y Layla aprovechó para contestar:
-A la calle. Hace mucha calor.
Marta estaba ya saliendo. Layla miró a Toni, para darle a entender que tenía prisa. No quería perder de vista a Marta puesto que en la puerta se encontraban todos los borrachos.
-Buscame luego, ¿vale?
-Sííí... - se oyó apagadamente, Layla ya estaba fuera.
Conversó un poco con Marta, nunca habían intercambiado muchas palabras, pero congeniaron perfectamente. ¡Incluso intercambiaron el número de teléfono!
Después de media hora -serían eso de las cuatro-, Marta decidió entrar y para no quedarse Layla sola, entró también.
Estaba Marta empujando la puerta para abrirla cuando alguien agarró a Layla del brazo bruscamente. No le dio tiempo a reaccionar cuando le habían dado ya media vuelta y estaba cara a cara delante de un chico de unos veinte años, con un pedo impresionante. No le llevó ni medio segundo dar un tirón y librarse de su agarre.
-Amiga, tú y yo nos conocemos desde que naciste. Estuvimos en la misma habitación, nacimos el mismo día.- Layla se estaba aguantando la risa. Este chico estaba pedo, pero era gracioso. Hablaba bien, pero su rostro delataba todo el alcohol que había en sus venas.
-Claro. -Contestó con una sonrisa en la cara, y automáticamente entró en el local.
Adrián no había aparecido aún. Layla se echó unas cuantas fotos hasta que se acordó de Toni y fue a buscarlo en la barra. Estaba solo, algo inusual en él.
Layla se acercó por detrás y le dio un abrazo, mientras intentaba darle un beso en la mejilla.
-¿Qué haces tan solito? - Deshizo el abrazo y se puso a su lado.
-No tengo un buen día... - Iba con una camiseta de manga corta rosa y unos vaqueros.
-¿Y eso?
-Cuando te vayas a ir, me avisas que te acompañe.- La ignoró.
-Vale...
Quería darle un voto de confianza. Se apoyó en la barra y espero a que el camarero se fijara en ella.
La miró.
-Dame dos chupitos.- Pidió.
-¿De qué?- Laya no tenía ni idea... Era siempre Toni quien los pedía. Sabía que había unos que eran muy dulces, pero no sabía si eran de regaliz o gominola.
Le echó una mirada a Toni con la esperanza de que dijera algo. Se le acercó al oído y le susurró algo. En menos de 5 segundos tenían servidos dos chupitos de color morado. Layla buscó en su bolso el monedero, que había cogido antes de ir en busca de Toni, pero éste se le adelantó y pagó con 5€. Nuevamente, se acercó a la oreja del camarero y le respondió con un gesto negando. Toni volvió a insistir, y antes de que Layla se percatase, otros tres nuevos chupitos amarillos se encontraban frente ella.
Brindaron los tres, y antes, claro está, apoyaron el vaso en la barra, ya que quien no apoya, no folla.
El camarero desapareció, y Toni estaba observando a Layla cuando agarró el chupito y se lo bebió. Rápidamente se lo bebió también Layla.
El camarero se pusó frente ellos con una botella y tres nuevos vasos. Una ronda por su parte, otra de Toni, un intento de Layla y el rechazo de Toni provocando otra ronda por su parte. El camarero estaba atendiendo a una pareja pero su novia lo sustituyó. Dos rondas más.
Layla se encontraba un poco mareada. Tuvo que sentarse en un taburete y apoyar la cabeza en el filo de la barra, que estaba forrado de algo semejante a una colchoneta.
Dos rondas más, cortesía de su primo. Una, por la camarera. Layla no podía ni levantar la cabeza. La sentía muy pesada, ¡y eso que había pasado media hora!
Oía como Toni hablaba con alguien, se estaban saludando, o eso creía ella.
El camarero volvió con cuatro vasos, incluyendo al amigo de Toni. Layla apenas se movió.
-Tú ya no bebes más por hoy.- El semblante de Toni era serio, tan serio, que Layla no pudo evitar reirse.
En un reflejo vio al amigo de Toni desaparecer y aparecer, como avisando a Toni de algo o dándole el visto bueno.
-Vamos a casa de la abuela, anda...
Una ráfaga de aire fresco le dio de sopeton a Layla en la cara. Toni la tenía agarrada de la cintura, mientras que ella descansaba su brazo en el cuello y hombros de su primo. Le pareció muy gracioso que él tuviese que llevarla a ella encima, y volvió a reírse, esta vez siendo las risotadas más fuertes y exageradas.
No recordaba cómo, pero estaban al principio de la calle de la abuela sentados en la cera de enfrente a donde ella había estado esa tarde.
Toni en ningún momento abrió la boca, y Layla en cambio, no paraba de reírse, ya fuera porque pasaba un coche o una hormiga.
-No puedes entrar así a la casa de la abuela. Nos esperaremos aquí un rato hasta que se te pase un poco.- Ordenó.
Layla hizo ademan de sentarse en la acera. Estaba mal y borracha, pero su primo no abrió la boca en ningún momento y estaba preocupada porque estuviera enfadado con ella.
-Primo...- Lo llamó. Pero no obtuvo respuesta alguna por su parte.
Calló. No sabía qué podía hacer para llamar su atención, y su cabeza no le permitía pensar claramente, ya que el alcohol se lo impedía.
Estuvieron un rato guardando silencio, donde Toni tenía la mirada fijada en un punto lejano y fijo y Layla cambiaba continuamente de objetivo debido a que se sentía incómoda en esa situación. Nunca se había encontrado con su primo en esa escena, donde ambos callaban. Siempre habían tenido de qué hablar, reír, pasarlo bien juntos. Aparte de primo, era su amigo y confidente. Era su Toni.
-Primo... -Lo intentó nuevamente.
Por primera vez en todo el rato que llevaban allí, Toni la miró, haciendo que la cara de Layla se descomponiera por completo al observarlo. Su rostro denotaba tristeza, nunca Layla lo había visto así. Sin pensarlo, se abalanzó sobre él y le abrazó como si su vida dependiera de eso. Quería hacerle notar y transmitirle que, fuera lo que fuera aquello que le pasaba, podía tener su apoyo y no llevar todo el peso él solo. Se quedaron abrazados bastante rato, hasta que Toni se separó de ella y limpió sus lágrimas con un pañuelo que tenía guardado en el bolsillo.
Layla la observaba con una profunda tristeza y compasión, y para qué negarlo, también con un poco de pánico y temor ante aquello que tenía a su primo de ese modo.
-Tengo problemas de corazón... -Y sin mirarla, sentenció:- Voy a morirme.

viernes, 22 de febrero de 2013

Capítulo 21

Cuando llegó a la calle de su abuela, se sentó en el bordillo de la acera y comenzó a llorar. Por suerte, Adrián no la había seguido. Dejó que sus lágrimas brotaran de sus ojos y recorrieran sus mejillas sin motivo alguno. No sabía porqué estaba llorando, solo que le apetecía, y mucho.
Quizás pasaron unos pocos minutos, o muchos, cuando Layla dejó de llorar, pero porque sus ojos estaban ya secos. Intentó no dejar rastro de su llanto por su rostro con el dorso de su mano que se manchó de negro por los restos de rímel que se habían corrido por sus mejillas. Seguramente, su aspecto era terrorífico. No quería pensar en la cara que pondría su abuela al verla. Su respiración había vuelto a la normalidad e intentó dejar su mente en blanco después de que cayera la última lágrima de sus ojos, de momento con éxito.
No quería pensar en nada.
Cuando se encontró con fuerzas y ánimo suficiente, se levantó y se limpió el trasero cuán fue su sorpresa de observar sus manos con un leve rastro de sangre.
Mierda, pensó, la regla.
Miró hacía el suelo y no estaba manchado y sin pensarlo dos veces se dirigió a casa de su abuela.
Por suerte, su abuela no estaba. Se dirigió tranquila al dormitorio y cogió una muda limpia de ropa interior y el pijama. Dejó el bolso y las deportivas y fue directa al baño. Abrió el grifo, dejando que el agua cayera hasta tener una temperatura decente para salir después con la piel roja y eligió "pista aleatoria" en la reproducción de su móvil. Se escuchaba Stronger de Kelly Clarkson cuando Layla se adentró en la ducha.
No quería pensar, aunque sabía que no tardaría en llegar ese momento. Pero quería atrasarlo y estar tranquila para cuando llegara.
Un repertorio de canciones sonaron en el tiempo que duró la ducha. Pasando por Porta, Melendi o Pablo Alborán y por Britney Spears o Paramode, entre otros.
Decidió dejarse el pelo mojado, pero antes de ir hacia su cuarto se lo secó con la toalla.
Cuando llegó a su dormitorio, se tumbo en su cama y retomó la lectura de "Esta noche dime que me quieres".
La despertó un sonido repetitivo, algo parecido a una alarma o despertador. Le llevó unos segundos, mientras se orientaba e intentaba reconocer el sonido, darse cuenta de que era el tono de llamada de su móvil lo que la había despertado.
Alargó la mano hacia la mesita para contestar la llamada, cuando se cortó. Pero no se preocupó en mirar quién era.
Había pasado un par de horas desde lo sucedido con Adrián y ya se había relajado lo suficiente. Era la hora.
Se miró en el espejo del dormitorio. Su rostro estaba relajado y no mostraba signo alguno de haber llorado anteriormente, en parte gracias a la ducha, ni tampoco mostraba signo alguno de expresión. Era neutro.
Su pelo, acostumbrado a estar siempre liso, estaba revuelto y alocado, debido a no habérselo secado ni peinado y haberse tumbado, y posteriormente dormido, con él mojado. En sus párpados inferiores quedaba un leve rastro de maquillaje negro, que no había logrado irse del todo. La chica que se reflejaba en el espejo vestía una desgastada camiseta nadadora de color blanco roto, que potenciaba sus pequeños pechos, y unos pantalones cortos naranjas con rayas diagonales de color azul, blanco, amarillo, verde y rojo.
El móvil estaba sonando de nuevo. Layla carraspeó un poco antes de contestar puesto que su boca llevaba tiempo sin emitir sonido alguno.
-¿Sí? - dijo a modo de saludo. No miró la pantalla, así que la persona que había al otro lado de la línea era una completa desconocida.
-¿Dónde estás metida? - Era Carmen. - Llevó desde hace unas horas sin verte y no me contestas el móvil... - Parecía algo enfadada, o quizás molesta o irritada.
Layla no pensó mucho en la excusa:
-Te dije que me acompañaras a la casa de la abuela pero te perdí de vista, así que vine yo sola. La cabeza me dolía un poco y decidí quedarme echando una siesta y me acabo de despertar.
-¿Fuiste sola?
-Sí.- Sospechoso... ¿Los habría visto?
-¿Estás mejor?
-Bueno...
- ¿Vas a bajar? - ¿Estaba presa? Esto parecía un interrogatorio.
-No creo... No sé... ¿Qué hora es?
-Será cerca de las siete, más o menos...
-No creo... La discoteca cerrará en menos de una hora...
- ¿Seguro que estás sola? - Otra vez, qué pesada...
-Sí.- Contestó cansinamente.
-Ahora después me pasaré, ¿te importa?
-No, para nada.
-Okey, hasta dentro de un rato. - Y colgó.
Layla se quedó pensativa... ¿Qué sabría su prima? Y lo más importante: ¿Lo sabría alguien más?
Se sentía un poco culpable por la bofetada que le había dado a Adrián. No debería de haber reaccionado así. Se imaginaba a Lucía en esa situación, ella le hubiese dado el tortazo como ella y a parte le hubiera gritado de todo. Se imagiba a Cecilia y a Pilar; Cecilia le habría gritado un montón y Pilar habría echado a correr sin más. Pero, ¿y ella?
Le gustaba Adrián, eso estaba claro. Nunca había entendido en los libros como los personajes se enamoraban tan rápido, pero ya sí. Físicamente le atraía y que fuese el único que le prestó antención nada más llegar, hizo que ella le pusiera más atención de la necesaria; un día ahí, parecía una semana; y el resto fue cosa de su imaginación: ella y su manía de imaginarse el futuro con esa persona, pero así era ella, una chica enamoradiza. Eso le había costado algún que otro palo, y confiaba fácilmente en los demás.
La verdad, tenía diecisiete años, pero en el fondo quería volver a ser pequeña. En menos de un año ya sería mayor de edad. Podría conducir e ir a la universidad, pero eso era otro mundo. Ahora lo que importaba era el presente: Adrián y "el hawaiano".
Adrián... Ese tio le encantaba, aunque una parte de ella lo rechaza por un "sexto sentido". Esa parte de él... Incluso su subconsciente le había jugado malas pasadas con la pesadilla de la noche anterior, pero fue él el único que le prestó atención, y eso le hizo sentirse alguien importante, ¿y a qué chica no le gusta sentirse importante o especial? Era un punto a favor de él, a parte de ser mono, claro.
¿Y si le daba una oportunidad? Podía ser un amor de verano, nunca lo volvería a ver, y no habría problema. Pero no se podía engañar a sí misma, ¿y si terminaba sintiendo algo por él? Por una vez que vio a "el hawaiano" ahora no podía sacarlo de su mente.
Necesitaba consejo. Buscó el móvil entre la cama deshecha y buscó a Cecilia.
«Sabs lo del hawaiano, sabs q soy enamoradiza. Hay un chico.. Que hago? Bstos<3»
Ahora era cuestión de esperar y rezar porque tuviera el móvil a mano su amiga. Necesita la respuesta a su sms urgentemente.
Al levantarse de la cama, cayó un libro al suelo. Era Esta noche dime que me quieres. Al verlo en el suelo recordó que lo estaba leyendo. Cayó en los brazos de Morfeo leyendo. Lo colocó en la mesita de noche y caminó hacia la cocina.
Eran las ocho menos veinte. Solo comería un tentempié, puesto que la hora de merendar ya había pasado, y era temprano para la cena. Rebuscó en la despensa de su abuela y justo cuando encontraba las galletas un débil «bip bip» hizo que se sobresaltara. Dejó las galletas encima de la encimera y corrió hacia el dormitorion.
1 nuevo sms.
«Perdona x lo de antes. Lo siento :'( Saldras sta noche? M gustaria arregla sto. Adri»
«bip bip: nuevo sms recibido»
«Carii FOLLATELO!! :-P olvidate d los imposibles y si sta tremendo.. no lo dudes!! En serio.. Si te gusta.. No lo pienses, liaros y disfruta :D Byeee<3»
¿Estaba claro, no? ¡A vivir el verano! O eso creía ahora.
Espera... ¿Cómo tenía Adrián su numero? Porque otro no podía ser...
Estaba en el sofá sentada cuando tocaron al timbre.
-Voooy.- Avisó.
Al abrir la puerta, se encontró con Carmen.
-Hola.- Saludó mientras entraba. En el salon, miró por todas partes buscando algo, o a alguien, ¿Adrián? Y agregó:- ¿Y la abuela?
-No está. Cuando llegué no había nadie. -Se encogió de hombros. - Quizas esté en misa.- Añadió instantes después.
Carmen se sentó en el sofá, encendió la televisión, y caminó hacia la cocina. Layla descansó en la silla a la espera de que Carmen se mostrara presente allí. Al salir de la cocina traía un bocadillo de jamón y volvió a ocupar su anterior sitio.
-Jodfer tfia, que hambe tego. - Hizo un intento de hablar aún cuando masticaba.
Layla, algo impaciente, esperó que Carmen se acabase el bocadillo y decidiera hablar sobre aquello que tanto interés mostraba por teléfono.
Después de unos minutos, unicamente se escuchaba los sonidos emitidos por la televisión.
-¿Qué hacías con Adrián esta tarde? - Y así era su prima. Cuando menos te lo esperabas, te lo soltaba todo. Por eso no le caia muy bien. Ella era más de por el interés te quiero Andrés, y debido a eso, prefería a Toni.
Layla contestó sin más:
-Quería acompañarme, pero le dije que no-. A pesar del hecho de que ya sabía que le iba a preguntar y se lo había preparado en esos minutos de silencio, estuvo nerviosa mientras le contestaba ya que no sabía hasta que punto vió Carmen.
-Andate con cuidado, prima, su "chica" es to' chunga-. Advirtió.
Layla intentó fingir y hacer qué era una victima más de su juego:
-¿Su... chica?
-Sí, su chica.- Agregó como si fuese lo más obvio del mundo.- ¿Es que no te acuerdas de que han hablado de Isabel, hoy, en el parque?
Layla, interiormente se maldijo. ¿Cómo se le había podido olvidar? Y es que la verdad con tanto calentamiento de cabeza y rayamiento, para ella no parecía que llevaba dos días allí y que hoy era jueves. Para ella, había pasado siglos desde que estaba en su casa tranquilamente leyendo. Rapidamente repasó todo aquel día, volviendo a la realidad.
-Tienes razón, lo había olvidado por completo. Pero... mencionaron algo de una pelea, ¿no?
-Sí, eso dijo... Pero incluso aunque eso sea cierto, no te fies. Isabel es de lo más gentuza que puede haber, aunque debajo de esa fachada de niña dulce y cariñosa no lo aparente. No te conviene tenerla de enemiga, créeme.
-Vale. Lo tendré en cuenta. -Asintió-.
-Esta noche hemos quedado a las once y media en el parque, ¿te apuntas? -Preguntó al levantarse.
-Según como siga... Si estoy mejor, iré; sino, nos veremos en la discoteca. - Layla también se levantó.
-Vale. Pues ya me avisas cuando sepas cosas, que yo me voy a ducharme y eso.
Layla acompañó a Carmen a la puerta.
Cuando cerró la puerta, se apontocó en ella y se dejó caer, haciendo que sus pies resbalaran  por el suelo.
Suspiró.
Había logrado engañar a su prima, pero no estaba muy convencida todavía. Debería de confiar. ¿Qué podía hacer ahora? Lo más probable era que Isabel estuviera esta noche en el discoteca, y mañana, pasado mañana y al otro, no podía estar escondiéndose siempre.
Un recuerdo le vino a la mente. Era hace solo de dos días atrás y ella se encontraba en el coche, llegando al pueblo, cuando se prometió que se iba a olvidar de tíos y disfrutar las fiestas.
-¡Ay, madre!- Exclamó.
Finalmente, al terminar de cenar, se fue a arreglar.
Hoy era jueves, y la gente iría informal pero arreglada, y las "putillas" de turno que irían de boda.
Después de pasar ocho minutos frente el armario, y menos mal que solo se había traído unos conjuntos y no el armario entero...
Decididamente, se pondría su falda negra de gasa y una blusa azul turquesa. Hoy pasaba de tacones y se puso sus sandalias negras.
Se maquilló con su base y colorete rosa, ojos perfilados de azul por el párpado superior y negro por el inferior. Sin sombras y con rímel. Paso por sus labios la barra de cacao, ya se echaría el brillo al salir. El pelo lo llevaba suelto, sacando partido a que hoy se encontrase alocado con ayuda de la espuma.
Todavía eran las once. Para hacer tiempo, se pintó las uñas con un pintauñas del mismo azul que la blusa, y esperó.
A las once y veinte llamó a Carmen para que la esperase, y salió.
Nadie le iba a amargar la noche, y menos una "chunga" como Isabel.
Lo que no sabía Layla, era que lo vivido esa noche le pasaría factura en pocos días.
Hola chicas y chicos.
A Cascabel le queda 10 capítulos y quiero mantener en secreto el final por si alguna editorial se interesa en esta novela y en publicarla. Espero que lo entendais.
Quería agradeceros de todo corazón todo vuestro apoyo, a los que os sumastéis desde el comienzo y los que os habéis ido sumando poco a poco.
Gracias a vosotros esto ha sido posible, por vuestro apoyo, por leer capítulo a capítulo y tener paciencia hasta el siguiente.
¡¡Gracias!!
Esto no es un adiós, sino un hasta pronto. En twitter y tuenti os iré informando de cosas, incluso si pasa muchas semanas subiré alguno para manteneros enganchados y que no os olvidéis de Cascabel.
He decidido cortarlo ahora porque empiezo con los examenes finales de 2°Bach y me resultara más díficil.
Os dejo mi otro blog escritora95pensamientos.blogspot.com.es donde podréis encontrar pensamientos o reflexiones de adolescentes y frases o citas de peliculas, canciones o personajes.
Mi twitter (que utilizo con mayor frecuencia que tuenti) @escritora_95
Me gustaría hacer un vídeo con todos vosotros pero ha habido ya varios intentos y siempre abandona todo el mundo... Si de verdad queréis participar, avisadme.
Un beso, y muchas gracias:)

jueves, 14 de febrero de 2013

Capítulo Especial San Valentín

Hola a todos:)
Os recuerdo que es un capítulo especial, que no sigue la historia lineal de Cascabel. Es un paréntesis en la novela.
Disfrutado:)
Pdta: Feliz San Valentín a los enamorados<3
La cara de Lucía había sido épica cuando descubrió que iban a ver a Layla gracias al chófer de Francis.
Cuando él se ofeció a llevarnos al cumpleaños de Layla, Lucía debió de pensar que iríamos con mi tío. Aún no sabía hasta qué punto era mi primito rico.
Yo había optado por sentarme delante, de copiloto, y dejar a los tortolitos solos detrás. No me iba mucho eso de estar soportando miraditas, estar en medio de ambos o en un extremo autista. Eso de aguantar la vela no estaba hecho para mí.
Pedro, el chófer, había sintonizado EuropaFM a petición de Lucía. En ese momento se podía escuchar a Maroon 5. Era un grupo que me gustaba, a pesar de que yo prefería el house o electro.
Ya habíamos atravesado la ciudad y salido de ella. Por lo que había entendido, en menos de media hora estaríamos allí, con Layla.
Estaba nervioso, aunque solo era un poco. Agaché mi mirada en busca de mis manos. Cerré mi mano derecha hasta que formó un puño y pusé mi mano izquierda sobre ella, haciendo que mis dedos crujieran. Justo después, hice lo propio con la mano izquierda. Crujir los dedos. Eso era algo que siempre me había relajado mucho.
No entendía muy bien porqué estaba nervioso, bueno sí, era porque en menos de media hora vería a Layla, y eso era algo que ella no se esperaba en absoluto. Pero no era la primera vez que iba a ver a una chica, de hecho, lo dejé hace unas semanas con Sara, ya que me había vuelto a engañar. Los pillé yo mismo.
Había quedado con ella para San Valentín. Ibamos a ir a la playa por la tarde y hacer un picnic allí. Habíamos quedado a las cuatro y media en el semáforo de la Iglesia pero todavía no había aparecido.
Preocupado por si le había pasado algo, fui a buscarla. Pensé en llamarla, pero esa misma mañana perdió el móvil.
Estaba llegando a su casa cuando me pareció escuchar su voz. Sabía que era algo imposible, pero me acerqué al callejón que daba a la doble puerta de aquel bar donde discutimos la primera vez, cuando yo me enteré de que me había engañado.
Resulta irónico ahora.
Estaba seguro, esa era su voz. Pero había otra voz más grave acompañandola.
-Tengo que irme. Gaby me está esperando.- Mis sospechas se confirmaron en ese momento: era Sara.
-Pero muñeca, todavía no te he dado tu regalo de San Valentín.-Y mientras acababa la frase puso su mano sobre el trasero de Sara y la atrajó hacia su miembro viril, apretándola.
¿Le estaría mostrando su ereción? Fue lo único que fui capaz de pensar en ese momento.
-Esta noche.- Y lo besó en los labios.
No pude controlarme. La rabia y la impotencia de saber que me estaban engañando y riendose en mi cara se apoderó de mí y sin decir ni una palabra, me dirigí a ellos. Agarrando al chaval por detrás, logré separarlos y le arreé un puñetazo en toda la cara, cayendo éste hacia atrás.
¿Sabéis eso que dicen de que las miradas matan? Pues este fue uno de esos casos. Miré a Sara con tanto desprecio y odio, que todo quedó claro y desde entonces no hemos cruzado ni una sola palabra.
Cuando llegué a casa de mis tíos, no había salido Francis a casa de  Lucía aún, y le conté un poco lo sucedido. Me explicó que ese chaval era Jose y que gracias a él, Lucía se fijó en mi primito.
Al parecer Lucía y Sara tuvieron en el verano una pequeña "discusión" ya que ambas querían rollo con él.
Durante una semana, en el pueblo no había otra cosa de qué hablar que la pelea de Jose y el responsable de que tuviera la nariz partida. Nunca, hasta día de hoy, han abierto ninguno de los dos la boca, y nunca se les ha conocido ninguna relación entre ellos.
Después de eso, mi vida consistia en ir pasando los días.
Mi padre estaba pesado con eso de volver con él y dejar a mis tíos, pero después de lo pasado con mamá no podía volver allí. Eran demasiados recuerdos en esa casa, podía oler aún su perfume en el baño, escuchar su risa por las mañanas cuando iba a la cocina a desayunar, encontrarla al llegar del instituto hablando con las plantas mientras mi padre tocaba de fondo el piano. "¿Sabes? A las plantas hay que hablarle, contarle tus problemas. Ponerle música-y miraba en dirección al comedor, donde mi padre se encontraba-. Eso les ayuda a crecer mejor y estar más bonitas". Solía decirme...
No podía volver.
Pero lo mejor de estas semanas fue meterme en el tuenti. Estaba aburrido porque llovía mucho y no podía salir a ningún lado así que me pillé el portátil para escuchar un poco de house. Mi primito estaba en casa de Lucía y no había problema alguno... hasta que abrí el tuenti: mi primito se lo había dejado abierto en el perfil de Lucía, viendo sus fotos.
En la foto actual, salía ella en una fiesta porque había mucha gente detrás, y salía con un chico. En la etiqueta ponía que su nombre era Pablo. A ese tio ya lo conocía, de vista. Tenía pinta de chulo con su pelo a lo Justin Bieber sin peinar. Pero lo que me llamó la atención fue una tercera etiqueta. Era de una chica llamada Layla, y no estaba presente, al menos no al completo. La unica zona que había presente de ella era su trasero.
Me dio curiosidad por saber como sería su rostro. Y pinché sobre su nombre con la esperanza de que mi primito la tuviera agregada.
Tuve suerte.
En la principal salía una chica con unas curvas espectaculares. Tenía un culo apetecible pero con poco pecho, aunque eso no la hacía menos atractiva. Tenía el pelo recogido en una cola alta y dejaba un flequillo hacia el lado. Unos ojos verdes maquillados y una sonrisa que dejaba ver sus dientes. Era preciosa.
Sus manos descansadan sobre una valla que se encontraba a su derecha y de fondo un valle verde con un pequeño lago.
Comenzé a espiar su tuenti. En las primeras fotos, salía con una tal Pilar y Cecilia en un banco, alguna que otra foto de ella sola, un par de fotos en grupo en una zona demasiado verde para ser Andalucia, y su foto de principal entre ellas. Presté más atención a esas fotos y llegué a la conclusión de que eran de un viaje del instituto de alguna zona del norte de España. Había también fotos en una discoteca y ella con un vestido negro y un gorro de Papa Noel.
Así estuve hasta llegar a fotos del verano, donde ella aparecía con Lucía.
Hasta ese momento, no habían fotos de ella con algún posible pretendiente. En las fotos de verano estaba más atento por alguna extraña razón. Pero a cada foto que pasaba, estaba más convencido de que conocía a esa chica.
Recuerdo que después de ese día, algo en mí cambió. Intentaba recordar si Layla estuvo conmigo en la playa o coincidimos en alguna parte, pero nada.
Pasaron semanas, donde yo no era capaz de hacer otra cosa que espiar el tuenti de Lucía para poder verla. Hasta que me harté de esa situación, era momento de hablar con Lucía. Quizás la trajo un día a casa... Necesitaba saber.
Así pues, una tarde que vino a casa y estabamos los tres cenando saqué el tema.
-Lucía, el otro día mi primo se dejó tuenti abierto y vi una foto tuya con una tal... Layla.- Directo al grano. Era la mejor opción.
Cuidadosamente, estudié su reacción sin levantar muchas sospechas. Seguía devorando la pizza, dando la impresión de qué hacía meses que no comía.
Durante un breve instante se quedó inmóvil, incluso me atrevería que decir que en estado de shock. Su rostro y la ausencia de movimiento por su parte, reflejaba la sorpresa que sus palabras no eran capaces de expresar. Pero fue durante unos segundos. Rápidamente, recuperó se expresión e indiferente, dijo:
-No es de aquí. Viene a veranear. ¿Por qué preguntas por ella?
Bajo esa indiferencia, Lucía ocultaba algo.
-Creo que la conozco... -Respondí sin más, como aquel que tiene acné y cuenta la aparición de un nuevo grano.
Entonces se cayó su máscara. El trozo de pizza se estampó contra la mesa, y sus ojos se encontraban bien abiertos ante mi suposición de conocer a su amiga, claro está, acompañados de su boca abierta en forma de O.
-¿Qué?- dije manteniendo mi fachada de estoeslomásnormalporfavordimequétepasa.
-Nada, nada... - Logró decir lo más rápido posible, pero su mente estaba vagando por el mundo de las ideas y pensamientos, acompañandonos solamente físicamente.
Cazada.
Su actitud demostraba que la conocía, no sé de qué, pero de algo. Mi mente vagó por varias suposiciones que pensaba que podrían ser.
Por ejemplo, que le gustase a Layla, me espiaran y en una de esas veces yo la ví, que la trajera a casa o quedaramos para una fiesta... No, eso no era posible porque me acordaría de ella.
Mire nuevamente a Lucía, su mirada estaba posada sobre mí, estaba estudiandome. La miré, devolviendole la mirada e intentando incomodarla para que hablara.
-¿Pasa algo? - Volví a insistir.
-No.
Cuando mi primito volvió de acompañarla a su casa, lo aceché.
Jugaba con ventaja, y es que él no sabe mentir.
-Primito, dime la verdad-. Le dije mientras me sentaba en su cama.
Él acababa de dejar la chaqueta en la silla.
-¿Qué verdad?
-No me voy a andar con rodeos. ¿Por qué tu novia ha reaccionado así?
-Yo... No lo sé-. Y salió de la habitación.
Lo sabía, y no me iba a dar por vencido.
A la mañana siguiente me levanté antes que él y le cogí el móvil. Podía mandarle a Lucía un sms desde su móvil y quedar con ella, pero todavía no sabía de qué pie cojeaba; era mejor tratar con mi primo.
Después del mediodía, nos encontrabamos en su piscina, cuando me preguntó si yo habia visto su móvil.
-Dime qué pasa y te lo daré.
-¡No pasa nada!- Y se lanzó a la piscina.
-¿Ah, no? -Y fui tras él-. ¿Me puedes explicar por qué huyes de mí cada vez que te saco el tema? - Por suerte, mi primito no tenía el carácter de su novia.
Me miró. Jaque mate. Había ganado.
Se salió de la piscina y se sentó en la tumbona. Aunque estabamos a principios de abril, hoy hacia muy buena temperatura. Una ola de calor proveniente de África.
Yo me quedé dentro de la piscina y apontocado en el bordillo esperando.
-Layla viene a veranear todos los años. -Comenzó-. Un día que quedó con Lucía te vió y se empezó a obsesionar un poco contigo.
»Lucía te vió con Sara antes de que formalizaraís vuestra relación e intentó que Layla se olvidará de ti inventandole excusas y mentiras sobre ti.- En ningún momento me miró a la cara, y solo podía significar dos cosas: o se avergonzaba de aquella situación porque no estaba de acuerdo en algo, o se metería en problemas con Lucía...
Después de aquel día, le garantizé a mi primo que no le diría nada a Lucía para que estuviera tranquilo y deje pasar el tema.
Todos los días necesitaba ver su tuenti, necesitaba saber de ella, así que siempre que mi primito quedaba con Lucía, yo cogía su portátil ya que siempre dejaba su sesión de tuenti abierta, hasta que descubrí que el cumpleaños de Layla era próximamente y hablé con Lucía.
No fue una conversación para no olvidar ni nada por el estilo, simplemente fui al grano y le zampé que lo sabía todo, que a mí también me gustaba y que iría con ella para su cumpleaños.
Y aquí me tenéis, metido en el coche y esperando impaciente a llegar.
No he sido consciente de que en todo este rato de recuerdos he estado crujiendome los dedos hasta que el chófer me zampa que pare, que lo estoy poniendo nervioso.
Estamos tomando una curva, que al pasar deja ver como la carretera se pierde entre las primeras casas.
Hemos llegado.
Lucía llama por móvil a las amigas de Layla y les dice nuestro paradero y espera nuevas ordenes, mientras mi mente vaga sobre los pocos recuerdos que tengo de Layla. Estoy ansioso por verla: su pelo, su sonrisa, esos ojos verdes, sus labios... Quiero saber a que huele.
Ahora nos dirigimos a una cochera. Le han dado las señas al chófer. Llegamos a una cochera, que está repleta de globos y chicas.
-¡Hola!- Exclama una de ellas. Tiene flequillo y es morena. -Soy Cecilia, aunque podéis llamarme  Ceci-. Se presenta. Vuelve la vista atrás y señala al resto:
-La chica rubia es Pilar, la morena del pelo rizado es mi hermana Raquel y la chica de la trenza al lado es Lorena, la prima de Pilar.
Las saludo con un gesto de la cabeza, están ocupadas con los preparativos. Rápidamente Lucía se pone manos a la obra y las está ayudando. En ese mismo instante miro a mi primito. No tenemos ni puta idea de qué hacer. La chica rubia me pide que me encargue de la música y señala un portátil. Suerte que nunca me separo del pen drive. Mi primito me acompaña, a pesar de que sé que no tiene ni pajolera idea de qué voy a hacer.
Más de una vez pillo a Cecilia mirandome, y alguna que otra junto con Lucía.
Poco a poco, el sitio empieza a llenarse de gente: novios de algunas de las chicas, primos y primas de Layla y compañeros de clase.
Cada vez que veo que entra una persona, presiento que mi plan de estar a solas con ella va a ser misión imposible.
Cuando quiero acordar, ha pasado más de una hora y aún no hay rastro de Layla por ninguna parte.
Esto pinta negro.
Cuando está todo listo, Cecilia hace ademan de ir a por Layla, y sin pensarlo, salgo tras ella.
La cuestión ahora es si debo de avisar a Cecilia o si debo callarme.
Mmm... Una díficil decisión: hablar o callar, esa es la cuestión; y me rio de mí mismo por mi estúpida ocurrencia.
Actúo por instinto propio.
-Esto... Cecilia-. Lo que al principio parecia una llamada sin más, al final no sé distinguía en si era una pregunta o no.
Me paro en seco, esperando una reacción por parte de ella, quizá algo por el estilo de Lucía, o todo lo contrario, una actitud más seria, o tranquila... Aún no conocía a esta chica del todo para saberlo.
Se gira y no para de mirarme. Aquella mirada que había estado toda la tarde acechándome a escondidas ahora lo hacia sin tapujos algunos.
Yo sabía perfectamente lo que quería lograr: intimidarme, pero aprovechó bien el tiempo y a su vez me estuvo estudiando.
Me estoy comportando y me dejo, ya que es la única forma de poder estar a solas, cara a cara, con Layla.
-Dime.
-Me preguntaba si... Yo podría acompañarte.-Mientras hablaba, estaba dando un paso cautelarmente hacia ella.
-Ni siquiera la conoces. ¿Por qué quieres venir?- Su tono era desafiante.
Solo me queda utilizar mi última baraja, y no me va a temblar el pulso: es a todo o nada.
-¿De verdad me vas a negar que no sabes quién soy, que Layla no se ha pasado horas y horas hablandote de mí?
Su rostro ni se inmutó. Ella lo sabe todo, algo que yo ya veía venir. No me equivocaba respecto a mis pensamientos, Lucía se lo ha contado todo.
-Dejame ir. Dame la oportunidad de poderla conocer, de hablar con ella... Dejanos saber si tenemos opotunidad alguna.- Cuando terminé de hablar, estaba frente a ella.
Me mira seriamente, y de pronto su expresión cambia. Es más relajada y está sonriendo.
-Está bien.- Inconscientemente estoy sonriendo y corró hacia su lado.
-Gracias.- Agradezco lo más sinceramente que puedo.
-Pero no te confies.- Advierte mientras estamos caminando.
-¿Porqué?
-Ella lo ha pasado muy mal por ti. Le ha costado olvidarte, ¿sabes? Más que gustarle parecía una obsesión.
»Como comprenderas, es normal que Lucía y yo nos mostraramos reacias a que vinieras después de todo lo sucedido, y más sabiendo que has estado con Sara.
Hice ademán de contestar, pero preferí callarme. Se lo debía por confiar en mí y dejarme acompañarla.
-No sé si esto será bueno o no, pero ahora mismo me da igual Lucía y lo que ella piense. ¡A la porra! Pero... Como le hagas el más mínimo daño te juro que te arrancaré los huevos, y después irá Lucía.
No me molestó en absoluto su amenaza. Era una chica con carácter y que se preocupa por sus amigas. Eso me gusta.
El resto de camino transcurre en silencio.
-Esta es su casa.- Y señaló la casa de enfrente. Estaba demasiado nervioso para fijarme.- Yo ahora voy a bajarla con los ojos vendados. A final de la calle a mano derecha hay una pequeña placeta con bancos y arbustos. Llévala ahí y en media hora volveré.
Todo me ha quedado claro. Al final, es ella quien la guía hasta la placeta. La sienta en un banco, y se va.
Ahora estamos solos, ella y yo.
Seguramente Cecilia ha debido de decirle que se arreglara porque está hermosa.
Su pelo, tan liso y de color castaño, cae sobre sus hombros y espalda, acompañado por si flequillo hacia el lado. Lleva una camiseta rosa fuscia ancha, y aunque tiene poco pecho, se nota abultado bajo la tela. Lleva unos vaqueros cortos con unas medias oscuras y unas sabrinas fuscias, de un tono distinto al de la camiseta. Lleva una chaqueta vaquera abierta.
No puedo verle sus preciosos ojos porque quedan ocultos debajo de ese pañuelo, pero seguro que con ellos está igual de hermosa, porque está insuperable. Huele deliciosa.
-Ceci, ¿dónde estamos?
Callé. ¿Qué hago ahora?
Su voz es dulce, angelical. Con solo esas tres palabras me tiene hipnotizado.
-¿Cecilia?- Está comenzando a ponerse nerviosa. Su respiración se está acelerando. Debo de hablar. No puedo tardarme más.
-Hola.- Mi voz es apenas audible.
-¿Quién eres? - Su voz denotaba miedo. Tengo que actuar rápido. Dirigió sus manos hacia el pañuelo.
-¡No! Espera, por favor. No te lo quites.
»Soy amigo de Cecilia. Es que... No le ha dado tiempo a prepararte una cosa y... te ha dejado conmigo.
-No te creo. Conozco a todos los amigos de Cecilia, y para nada me suena tu voz.- No confiaría en mí, pero si voz estaba más relajada.
-La verdad... He conocido a Cecilia hoy mismo. Pero a ti te conozco de hace unos meses.- Su respiración volvió a alterarse.
-¿Quién eres?- Le cogí las manos para que no se quitara el pañuelo.
-Si te dijera que soy ese chico que llevas esperando desde hace unos meses, ¿me creerías?
»No te digo tampoco que soy el príncipe azul que todas las chicas desean, porque tengo mis más y mis menos. Pero te puedo asegurar que no has salido de mis pensamientos desde hace semanas. Te he soñado, te he pensado, te he imaginado miles de veces, he imaginado el momento en el que volvería a verte de nuevo, en el que podría escuchar tu voz, olerte...
»Te he estado esperando, Layla.- A medida que he ido hablando, expresando lo que siento por ella, se ha ido calmando, hasta tal punto de que al intentar soltarse de mi agarre, yo me dejé, y cual fue mi sorpresa al ver que ahora era ella quién me cogió la mano. ¿Sabría quién era? Aun así, no me callé, y ese gesto me dió mucha confianza.
Ahora estabamos los dos en silencio. Me apetece mucho besarla, decidle que a pesar de no haber hablado nunca con ella, siento que ella es muy especial para mí.
Decido darle mi regalo antes de que Cecilia aparezca a por nosotros.
-Layla.- Susurró su nombre. Se escucha tan dulce dicho desde mis labios.
-Dime.- Estaba sonriendo.
-¿Sabes quién soy?
-Tengo mis sospechas...
Le solté la mano para llevar las mias al pañuelo. Lo estoy deshaciendo cuando tengo sus manos sobre las mias.
-¿Me dejas que te ayude?
-Claro.
Nuestras manos estaban tocandose, rozandose,  deshaciendo juntas el nudo que impedía que ella pueda verme.
Lentamente, el pañuelo cayó por su suave piel, dejando a su paso sus preciosos ojos verdes y marrones al descubierto.
Por unos segundos, unicamente se escucha nuestra respiración mientras nos contemplamos mutuamente.
Sus ojos están maquillados, haciendola más bella de lo que yo podía recordar.
Nada más descansar su mirada en mí, su preciosa sonrisa aumentaba lentamente, dejando ver sus dientes blancos. Quiero probar esos labios, y sin pensarlo dos veces, la besó.
Lentamente acerco mi cabeza a la suya, agarrandola dulcemente de su cuello para acercarla a mí. Con cada centímetro que está más próxima a mí, mi pulso va aumentando su ritmo. Al fin, sus labios rozan los mios, y se apodera de mí un gratificante escalofrío.
Nuestro primer beso.