domingo, 21 de julio de 2013

Capítulo II


Algo me está tocando. Por instinto abro los ojos y me encuentro con mi madre dándome suaves golpes en el hombro. La miro perpleja y algo sorprendida. Hago un suave ronroneo que procede de mi garganta a modo de qué pasa.
Acabamos de llegar a casa. La estoy mirando, intentando comprender que me está pidiendo. Bajo del coche y debo de apartar la mirada del sol y buscar algo de sombra para poder ver. Me pide que vaya a recoger a Tom a casa de mi tía.
Tom, o Tomás, es mi hermano de doce años, al cual no le gusta para nada la playa, y pasa el mes de vacaciones junto a mi primo. La última vez que fue a la playa, tenía 6 años, y todos los niños de su edad estaban hartos de la playa al poder tenerla siempre y preferían encerrarse en sus casas jugando a la PlayStation. Mi hermano, en plena revolución, comenzó a chillar y patalear diciendo que quería volver a casa y a mis padres no les quedó otro remedio que llevarlo a casa de la tita.
Decido ir por la izquierda de la calle para luego volver por la derecha y completar la vuelta a la manzana. Después de un mes sin pisar estos barrios me apetece pasear por ellos un poco. Durante unos instantes no siento las piernas al apoyarlas en el suelo. Espero unos segundos tensándolas y comienzo mi breve paseo.
Antes de llegar a casa de mi tía me encuentro con un perro, o perra, cerca de los contenedores. Me está dando pena, no soy de esas personas que pueden abandonar animales y dejarlos a la deriva. Antes de que el perrito se dé cuenta de que lo estoy observando sigo mi camino. Se me parte el corazón, de verdad, pero ya he tenido varias veces la misma discusión con mamá sobre los animales abandonados y la idea de adoptarlos. Acabo de llegar.
Ding, dong.
¿Sí? –pregunta una voz al otro lado del telefonillo.
Soy Layla, ¿tiene ya Tom las cosas listas?
–Sí, ya baja. ¿Habéis llegado bien? Es mi tía.
Sí, mis padres se han quedado sacando las maletas.
Luego iremos a veros.
Vale.
Pasado unos segundos, contemplo como Tom baja las escaleras dirección a mí y con una mochila a cuestas. Juguetes, pienso.
–¡Hola, enano!
¡Hola!–Se abalanza sobre mí. Le doy un abrazo súper fuerte. ¡Corre, vamos a casa, quiero ver a mamá y papá!–Se le nota la alegría en la voz de volver a verlos. Había sido un mes sin nosotros.
Tom echa a correr al encuentro de nuestros padres. No es gran esfuerzo, es lo que tiene vivir en la calle de atrás. Vuelvo tranquilamente, después de más de dos horas de viaje me apetece bastante estirar las piernas, además, no debía de cargar con la maleta de Tom ya que mis padres luego la recogerán más tarde. Puedo observar que al final de la calle, al lado de la guardería, están de obras. Me pica la curiosidad. ¿Qué será? Llego a casa pensando en el pobre perrito de antes.
Es mediodía, y mamá ha hecho una tortilla de patatas. Tom nos ha estado contando las últimas travesuras de él y el primo. Después de tomar el postre me lamento por mi tía. ¡Pobre! Lo que ha tenido que soportar durante el mes.
Me levanto de la mesa y recojo mi plato. Tom sigue contando cosas que le vienen a la mente. Seguidamente, me giro y quedo enfrente de la ventana, donde puedo observar las obras, de nuevo.
¿Y tú sabes qué están haciendo al lado de la guardería? Me dirijo a mi hermano.
A la tita le han dicho que es una tienda de música, pero ni idea...
Ellos continúan hablando, pero estoy cansada y salgo de la cocina. Me voy a mi habitación. Tengo la maleta encima de la cama y opto por vaciarla, colocar la ropa limpia y echar a lavar la ropa sucia, colocar colonias y maquillajes... Una vez que termino, busco la  cámara y el portátil para sentarme a lo indio encima de la cama. ¡Qué a gusto volver a estar sobre el mismo colchón de siempre!
En la playa no tenía internet, y tenía mono del tuenti, quería ver las novedades y subir las fotos que tenía en la cámara. Tenía 348 etiquetas nuevas, 8 privados y 3 comentarios.
¡Madre mía! Se me va a ir toda la tarde, pienso.
Comienzo por los comentarios y los privados, todos eran de las chicas, contándome novedades, diciéndome que volviera ya, que necesitaban verme y pidiéndome consejo. A pesar de que sabían que no iba a tener internet, no me dejaban respirar. Tengo que quererlas sí o sí, y eso de que he estado hablando con ellas todo este tiempo por teléfono.
¡Eso es! exclamo. ¿Cómo no había caído antes? Era mejor llamarlas. Busco el inalámbrico en la mesita de noche, lo activo y marco el número de Pilar Es la única que siempre contesta el móvil.
Pii... Pii... Pii... Pii...
¡Layla!–gritaron al otro lado de la línea.
Hola chicas, ya he vueltooodigo con un tono cantarín.
¿De verdad? Pues estamos en el cortijo de Cecilia, vamos a pasar el finde, ¡vente!–Pilar, sin duda.
Joeh... No puedo.
–¿Por qué?–Ahora era Cecilia. Manos libres.
–Mis padres...–digo como si fuera obvio. Ellos y su idea de venirnos el viernes de allí porque había menos tráfico, y ahora han encerrado el coche y me han dicho que me olvide de que me lleven a algún sitio, que están cansados.
Joo... ¿Vamos a por ti?
No, gracias. La verdad, vengo algo cansada del viaje, nos vemos el lunes cuando volváis, ¿vale? No hagáis muchas travesuras, ¿eh? ¡Os quiero!
¡¡TE QUEREMOS!!
Suelto el fijo en la cama y me vuelvo hacia el portátil. Una a una, voy mirando las fotos de la playa. En la primera, salía con Lucía camino de la playa, y otra tomando el sol. Las siguientes fotos eran de la fiesta de Pablo: ellas camino de la fiesta, otra foto allí, una foto de nosotras con Pablo, otra de Pablo y yo solos, otra de Pablo y Lucía.
Qué cosa más rara. ¿Por qué estoy yo etiquetada? Me busco entre las etiquetas. Maldito Pablo. Es odioso. ¡Mi culo salía de fondo en la foto y me ha etiquetado!
De todo corazón, está tremendo pero no lo soporto y menos después de la fiesta...
Después de refrescarse en la piscina, Pablo fue detrás de ellas a saludarlas, no perdía el tiempo.
Hola, chicas. Vaya, que guapa estás, Layla-. Se acercó a ambas y le dio los correspondientes besos comenzando por Layla.
–Gracias –dijo Layla con una sonrisa forzada. ¡Que tío más plasta!-Tú tampoco estás mal.
La verdad, es que era un chaval bastante simpático, si le quitaras su parte arrogante, egoísta, creída, si no fuera un chulo que se cree que todas las tías están a sus pies... Era atractivo, su cuerpo cuidado con ejercicio físico, su pelo alocado y largo, pero no muy largo, lo suficiente para que le descansara un poco por la frente, y rubio. Aunque sus ojos eran de un marrón chocolate, pero esa mirada de “mmm... lo que te hacía” le hacía perder todo su encanto. Era bastante alto, a Layla le sacaba perfectamente cerca de dos cabezas. Internamente sentía pena, podría ser su prototipo de chico físicamente, pero no psicológicamente.
–Enserio, ese bikini te queda fantástico-. La contempló. ¿Una foto con el chico más guapo de la fiesta?
¡Vale! –gritó Lucía, que ya se había bebido un Malibú con piña e iba a por el segundo.
Layla se lo agradeció, Pablo se lo decía a ella, pero cuán menos tiempo estuviera al lado de ese chico, mejor. Sonrieron en la foto, y luego Pablo agarró a Layla por la cintura y se echaron una ellos dos solos.
–Bueno... Yo voy un momento al servicio. Ahora vengo, Lu, espérame aquí, ¿eh?
Sí, sí...  –Pero Lucía tenía la vista en Sara y en Jose, que se estaban liando en ese momento.
No iba a aguantar mucho en la fiesta, ¡con el pesado de Pablo detrás de ella! Ese chico no se cansaba ningún año de ella. ¿No entendía que pasaba de él?
¿Y el chico nuevo? No lo había visto por la fiesta, qué raro...A esa fiesta solía estar invitado todo el pueblo. ¿Por qué no había ido?
Bueno, lo mejor era ir en busca de Lucía, esa chica estaba demasiado loca. Abrió la puerta del servicio y enfrente de ella estaba Pablo apoyado en la pared.
¿Qué haces? –le preguntó distante y algo borde. Intentaba ocultar que estaba nerviosa porque él estuviera esperándola.
Vamos, Layla, noto la tensión sexual entre nosotros, y es hora de que hagamos algo-. No le gustaba el tono que estaba usando, ni como se acercaba a ella.
–Pablo, déjate de gilipolleces, entre tú y yo no hay nada, y menos “tensión sexual”–. Un paso hacia atrás.
No lo niegues, estamos solos, confiésalo.
Pablo la atrajo hacia él por la cintura, mientras Layla intentaba soltarse, dándole golpes sobre los hombros, pero con la otra mano la agarró de la barbilla, y sus labios se acercaban a la boca de ella. Layla intentaba soltarse de él, estirando su cuello hacia atrás mientras hacía fuerza con sus manos apoyadas en sus hombros, pero la agarraba con bastante fuerza. Sus  labios estaban a milímetros de su boca, cuando en la desesperación, su mente reaccionó y pensó por un instante por lo que le dio un pisotón y él la soltó.
¡Imbécil! –Y se fue en busca de Lucía para irse. Sin volver la vista.
Continuo mirando fotos, las siguientes eran de después de la fiesta, cuando Lucía se quedó a dormir en mi casa. Uff... Me costó un poco encontrarla después de la fiesta.
Brr, brr, brr. Brr, brr, brr.
Mi móvil. Lo busco por la cama. Tiene que estar en alguna parte. Con mi mano intento hallarlo. ¡Lo encontré!
Es Lucía.
¡Hola, Lu! ¿Qué tal?
-Bien, ¿has llegado ya? Su voz denota demasiada alegría, ¿qué le pasará?
Ajá. Hemos llegado a la hora de comer... Y tú, ¿qué?
–¡He quedado con Francis!
Me quito en portátil de encima y me acomodo en la cama. Estoy bocabajo tumbada, apontocada sobre mis codos y dejando todo mi peso sobre ellos.
¿Te gusta, ¿verdad?–No la dejo contestar. No hace falta. ¡Lo sabía! Aunque seréis una pareja rara... pero me gusta mucho para ti.
Imagino a Francis y Lucía cogidos de la mano paseando sobre la arena en la playa. Es una imagen chocante, por un lado está Francis, ese chico tan empollónperomono físicamente, y Lucía, de apariencia de chica dura con sus pearcings  pero que es una fachada para protegerse. Definitivamente, son dos polos opuestos, Apolo y Dionisos, nunca mejor dicho aunque no tan radical, pero sí la primera impresión.
-Bueno... no es ninguna cita ni nada por el estilo... Pero llevamos mucho tiempo, desde aquella noche de la fiesta hablando, ¿te acuerdas? Y me ha dicho de ir a su casa para no sé que de matemáticas.
-Lu, le gustas, créeme.
-Mañana te llamo y te cuento que se me hace tarde. Hasta luego.
-Hasta mañana, y suerte–Me cuelga.
¡Hay que ver las vueltas que da la vida! Al fin parece que la vida le sonrie a Lu y me alegro mucho por ella, se lo merece después de lo que ha vivido.
Me reincorporo de nuevo y viendo fotos de la fiesta pijama, mi mente viaja hasta ella.
¿Dónde estaba Lucía? Sus cosas estaban donde las suyas, pero no había rastro de ella por ningún lado. ¿Aquella chica de allí no estaba en su clase? Sí, seguro. Le resultaba muy familiar por las fotos del tuenti de Lu. Se acercó a ella.
Perdona, ¿has visto a Lucía?–Le tocó en el hombro para llamar su atención.
Sí...Se fue hace un rato, creo.
–Gracias–Le sonrió y se volvió.
¿Por qué se habría ido sin decirle nada? No la había esperado. ¿Le habría pasado algo? Lo mejor era coger sus cosas e ir en su búsqueda.
Unos minutos antes...
¡Oh, no! Sara se estaba liando con Jose. No le sorprendía mucho, lo veía venir. Ella se tiraba todo lo que podía, y él, era muy guapo, pero iba en busca de sexo. Prefería no ver esas escenas de ellos, y fue en busca de otro Malibú con piña, pero sin éxito.
¿No me saludas, Lucía?–Oh, oh. La puta la había encontrado.
–Ah... Hola, Sara. No te había visto–mintió.
–¿Seguro? Yo creo que sí... Pero me has visto con Jose y has decidido irte sin saludar, eso es de mala educación–se estaba burlando de ella delante de sus narices.
No la soportaba. Que tía tan prepotente y aborrecible, pero eso a ella no le importaba. Nadie podía con ella, y ella no se dejaba derrotar. Lucía siempre salía victoriosa, y si Sara quería bronca, bronca tendría.
–¿Quién, ese? Bah... Hay tíos mejores, ¿sabes? Además, iba en busca de los menores, para decirles que se fueran, no quería que vieran vuestras escenas de... como decirlo... Hizo un gesto pensativo colocando su mano sobre la barbilla, de barriobajeros.
Vamos, si por dentro te comían los celos, dilo ya.
¿Celos? ¿Celos de qué? ¿De ver como un tío desesperado busca una puta para follar? Yo creo que no...
La gente observaba, y algunos se estaban poniendo alrededor de las chicas.
Guay, pensó Lucía, público para la actuación.
–Vamos, si todos sabemos que lo querías para... –E hizo un gesto, como si estuviera batiendo algo, o como si estuviera haciendo una paja imaginaria.
Ya... –tartamudeó un poco. Pero mira, tuvo suerte y se topó contigo. Tú le darás más que yo, tranquila-. Un instante de silencio reina en el ambiente-. Oye, una duda, ¿le cobrarás? Es que hay gente que dice que ya eres del oficio-. Jaque mate.
Un golpe bajo, lo sabía, pero aquella zorra no la iba ridiculizar. Aunque un lobo no puede estar mucho tiempo sin su manada, y menos ganar sin ella, así que en pocos segundos dos lobas–o perras, se unieron a ella. Entre las tres se miraron con complicidad, y comenzaron a hacer el gesto que hizo anteriormente Sara. En menos de tres segundos, más de la mitad de los espectadores hacían el mismo gesto, todos mirando a Lucía y ridiculizando, humillándola. Eso no era justo, no tenían derecho a meterse con ella de esa forma, y menos siendo tan numerosos. Los ojos le picaban, pero no quería darles el gusto de verla hundida y derrotada, su orgullo no se lo permitía, y antes de que se le derramara la primera lágrima, se fue de allí.
Gilipollas... murmuró.
Corría hacia la playa. ¿Pero qué demonios le pasaban? ¿Qué mierda de sociedad era esta? No lo comprendía. De modo que estaba bien visto que un tío se acostará con medio pueblo, pero una chica no, porque era una puta. Y si un chico conseguía, al menos, un par de besos y poder tocar, todos le felicitaban, ¿y a ella le tenían que hacer ese gesto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Ni que follará como Sara! Ella aún era virgen -al menos, en el sentido de penetración-. No había hecho nada con nadie, salvo el toqueteo típico, ¿es que nadie la entendía? Era cierto que en el siglo XXI no estaba bien visto que la mujer disfrutara de su sexualidad, pero estaba cambiando, ¿no? No se podía creer que ella, que mantenía su virginidad, le pasará aquello.
Simplemente quería que su primera vez fuese especial, distinta. Tener experiencia en aquellos temas, por si los nervios atacaran, saber pasarlos de una forma en la que ambos disfrutaran, y no fueran como el resto de parejas que tenían que aplazarlo por los nervios o que sufrían dolor y no disfrutaran, ella quería que su primera vez fuese perfecta, dulce, y que disfrutará desde el primer momento.
¡Auu! –exclamó. Oh, había chocado con un chico–. Lo si... siento –dijo entre sollozos.
–¿Estás bien?–El chico la observaba preocupado. Se levantó y todo para ver si necesitaba ayuda.
Ella conocía a aquel chico, estaba en algunas clases con ella, y en mates estaba adelantado un curso. Era mono, y sabía que con otro peinado –como los pelos de punta– y otro tipo de vestuario, tendría muchas chicas para él.
–S... ¡NO! –Y comenzó a llorar.
Entre sollozos le contó lo de la fiesta, y como era ella, y que no entendía por qué la trataban así siendo Sara peor, que no era justa la sociedad con ella.
... a mí estás cosas me dan igual, me dan igual los comentarios sobre mí, pero verlos todos, haciendo ese gesto... y mirándome... –se contuvo el llanto–...me ha podido.
¡Lucíaaaaaaaaa! ¡Lucíaaaaaaaaaa! –llamaba Layla.
E-estoy aquí.
Layla la divisó y corrió hacía ella.
¿Qué ha pasado? ¿Por qué t... Oh, hola–Había un chico con ella.
–Hola–saludó aquel chico.
–Lucía, deberíamos irnos a mi casa, y me cuentas que te pasa, ¿vale?–Sara, pensó para sí misma.
–Muchas gracias...–Quería continuar pero dejó la frase sin acabar ya que desconocía su nombre.
Francis, me llamo Francis.
Gracias, Francis, hasta otra.
Lucía se levantó y ambas se fueron juntas camino al piso de Layla, no sin que antes se produjese un intercambio de miradas entre Lucía y Francis, que se mantuvo sentado en la orilla toda la madrugada. Al pobre se le avecinaban unos meses bastantes dolorosos.
Layla no era tonta y aquella mirada al despedirse le decía que la historia de Francis y Lucía acababa de empezar. El tiempo le haría ver que no se equivocaba.
Aquella chica, Lucía, era todo lo contraria a mí. Nadie entendía muy bien cómo podíamos ser amigas. Pero lo eramos. Yo la quiero mucho. Sin ella, las vacaciones en la playa no serían lo mismo. Sí, era cierto que tenía un modo de ver la vida diferente  y una filosofía extraña, pero seguro que había muchas chicas como ella, que se escondían por temor a la sociedad, y Lucía no, es la chica más valiente y sinvergüenza que conozco.
Me completa. Siempre he sido la centrada del grupo: estudiosa, formal... Una persona con la que han podido contar siempre que me han necesitado. Cecilia me aporta locura, está siempre con gilipolleces y tonturas. Lucía me aporta la parte rebelde, siempre sobresaliendo entre los demás, y aunque estemos en el siglo XXI sigue siendo muy "moderna" para esta sociedad. Por eso compenetra con todas.
¿Cómo le estaría yendo la cita con Francis? Tengo ganas de que llegue la noche para poder hablar con ella.
En la siguiente foto, salgo yo tomando el sol. ¡Qué Lucía! Se la había echado a escondidas. Las chicas la habían llenado de comentarios.
«Traenos un poquito de agua de playa en un frasco de colonia, q queremos ponernos morenas!»
«Pues yo prefiero k me lleves allí»
Y los siguientes comentarios eran de ellas decidiendo cual era el mejor regalo. Tengo que quererlas.

En otra foto, salimos Lucía y yo en la orilla, y las amigas de Lucía habían comentado. Esas chicas no me caen muy bien; lass gemelas eran unas chicas aborrecibles, como sus padres tenían dinero se creían las mejores del mundo. Suerte que en verano se dedicaban a recorrer el mundo y no tengo que verlas. Pero la otra chica era maja. Sus padres se separaron y se echó novio en el pueblo de su padre, y todos los veranos tenía que pasar un mes con él, así que nos pusimos de acuerdo para que ella se fuera con su padre cuando yo iba a la playa, y así Lucía no estaba sola.
Lucía. No puedo quitarme la cita de Francis y Lucía de la cabeza, sin duda, aquella pareja prometía.

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