domingo, 22 de julio de 2012

Capítulo 3


Continuó mirando fotos, las siguientes eran de después de la fiesta, cuando Lucía se quedó a dormir en casa de Layla. Uff... Lo que le costó encontrarla después de la fiesta.

Brr, brr, brr. Brr, brr, brr.

Era Lucía, la estaba llamando.

-¡Hola, Lu! ¿Qué tal?

-Bien, ¡he quedado con Francis!

-Te gusta, ¿verdad? ¡Lo sabía! Aunque seréis una pareja rara... pero me gusta  mucho para ti.

-Bueno... no es ninguna cita ni nada por el estilo... Pero llevamos mucho tiempo, desde aquella noche de la fiesta, hablando, y me ha dicho de ir a su casa para no sé que de matemáticas. Pero estoy muy ilusionada.

-Lu, le gustas, créeme.

-Mañana te llamo y te cuento. Hasta luego.

-Hasta mañana, y suerte.

¿Dónde estaba Lucía? Sus cosas estaban donde las suyas, pero no había rastro de ella por ningún lado. ¿Aquella chica de allí no estaba en su clase? Sí, seguro. Le resultaba muy familiar por las fotos del tuenti de Lu. Se acercó a ella.

-Perdona, ¿has visto a Lucía?

-Sí, se fue hace un rato.

-Gracias.

¿Por qué se habría ido sin decirle nada? No la había esperado. ¿Le habría pasado algo? Lo mejor era coger sus cosas e ir en su búsqueda.

Unos minutos antes...
¡Oh, no! Sara se estaba liando con Jose. No le sorprendía mucho, lo veía venir. Ella se tiraba todo lo que podía, y él, era muy guapo, pero iba en busca de sexo. Prefería no ver esas escenas de ellos, y fue en busca de otro Malibú con piña, pero sin éxito.

-¿No me saludas, Lucía?

-Ah... Hola, Sara. No te había visto.

-¿Seguro? Yo creo que sí... Pero me has visto con Jose y has decidido irte sin   saludar, eso es de mala educación.

No la soportaba. Que tía tan prepotente y aborrecible, pero eso a ella no le   importaba. Nadie podía con ella, y ella no se dejaba derrotar. Lucía siempre salía victoriosa, y si Sara quería bronca, bronca tendría.

-¿Quién, ese? Bahh... Hay tíos mejores, ¿sabes? Además, iba en busca de los   menores, para decirles que se fueran, no quería que vieran vuestras escenas de... como decirlo... de barriobajeros.

-Vamos, si por dentro te comían los celos, dilo ya.

-¿Celos? ¿Celos de qué? ¿De ver como un tío desesperado busca una puta para follar? Yo creo que no...

La gente observaba, y algunos se estaban poniendo alrededor de las chicas.
Guay, pensó Lucía, público para la actuación.


-Vamos, si todos sabemos que lo querías para... – e hizo un gesto, como si       estuviera batiendo algo, o como si estuviera haciendo una paja imaginaria.

-Ehh ya... Pero mira, tuvo suerte y se topo contigo. Tú le darás más que yo. Oye, una duda, ¿le cobrarás? Es que hay gente que dice que ya eres del oficio.

Un golpe bajo, lo sabía, pero aquella zorra no la iba ridiculizar. Pero un lobo no puede estar mucho tiempo sin su manada, y menos ganar sin ella, y en pocos segundos dos lobas, perdón, perras, se unieron a ella. Entre las tres se miraron con complicidad, y comenzaron a hacer el gesto que hizo anteriormente Sara. En menos de tres segundos, más de la mitad de los espectadores hacían el mismo gesto, todos mirando a Lucía y ridiculizando, humillándola. Eso no era justo, no tenían derecho a meterse con ella de esa forma, y menos siendo tan numerosos.
Los ojos le picaban, pero no quería darles el gusto de verla hundida y derrotada, su orgullo no se lo permitía, y antes de que se le derramara la primera lágrima, se fue de allí.


Corría hacia la playa. ¿Pero qué demonios le pasaban? ¿Qué mierda de sociedad era esta? No lo comprendía. De modo que estaba bien visto que un tío se acostará con medio pueblo, pero una chica no, porque era una puta. Y si un chico conseguía, al menos, un par de besos y poder tocar, todos le felicitaban, ¿y a ella le tenían que hacer ese gesto? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Ni que follará como Sara! Ella aún era virgen. No había hecho nada con nadie, salvo el toqueteo típico, ¿es que nadie la entendía? Era cierto que en el siglo XXI no estaba bien visto que la mujer disfrutara de su sexualidad, pero estaba cambiando, ¿no? No se podía creer que ella, que mantenía su virginidad, le pasará aquello.
Simplemente quería que su primera vez fuese especial, distinta. Tener experiencia en aquellos temas, por si los nervios atacaran, saber pasarlos de una forma en la que ambos disfrutaran, y no fueran como el resto de parejas que tenían que aplazarlo por los nervios o que sufrían dolor y no disfrutaran, ella quería que su primera vez fuese perfecta, dulce, y que disfrutará desde el primer momento.


-¡Auu! – oh, había chocado con un chico – Lo si... siento – Dijo entre sollozos.

-¿Estás bien?

Ella conocía a aquel chico, estaba en algunas clases con ella, y en mates estaba adelantado una clase. Era mono, y sabía que con otro peinado – como los pelos de punta – y otro tipo de vestuario, tendría muchas chicas para él.

-S... ¡NO! – y comenzó a llorar.

Entre sollozos le contó lo de la fiesta, y como era ella, y que no entendía por qué la trataban así siendo Sara peor, que no era justa la sociedad con ella.

-... a mí estás cosas me dan igual, me dan igual los comentarios sobre mí, pero verlos todos, haciendo ese gesto... y mirándome... – se contuvo el llanto –  ...me ha podido.

-¡Lucíaaaaaaaaa! ¡Lucíaaaaaaaaaa! – llamaba Layla.

-E... estoy aquí.

Layla la divisó y corrió hacía ella.

-¿Qué ha pasado? ¿Por qué t... Oh, hola.

-Hola- saludó aquel chico.

-Lucía, deberíamos irnos a mi casa, y me cuentas que te pasa, ¿vale?

-Muchas gracias...

-Francis, me llamo Francis.

-Gracias, Francis, hasta otra.

Layla no era tonta, y aquella mirada al despedirse le decía que la historia de Francis y Lucía acababa de empezar.

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