jueves, 26 de julio de 2012

Capítulo 8


Se dirigía a casa de Francis. Habían pasado juntos ya tres tardes, dando mates, claro. Pero ella era la más feliz del mundo entero.
Cuando recordaba lo nerviosa que estaba la primera vez que quedó con él, se partía de risa. ¡Si los nervios no la hubieran traicionado! Estaba tan nerviosa aquella tarde que se le olvidó por completo que habían quedado para las clases de mates. Se hubiera ahorrado un mal rato, pero eso ya no importaba. El caso es que todo había salido bien.
Solo le faltaba saber cosas del hawaiano para avisar a Layla y ponerla al tanto de todo. Lo intentaría hoy.
Se acercó a una fuente a beber agua cuando sintió algo en su pelo.
Oh oh. Por favor, que no fuera lo que ella pensaba, que no fuera caca de pájaro lo que tenía en la cabeza. Por favor, por favor. Se pasó la mano por el cabello, con cuidado, esperando que allí no hubiera nada, solo pelo. Pero no hubo suerte, allí había un líquido viscoso, ensuciando su pelo. ¿Cómo iba a parecer así delante de Francis?
La única solución que tenía era entrar en algún servicio de algún bar o restaurante y lavarse. Se dirigió al que tenía enfrente.

-Disculpe, ¿me podría decir donde se encuentra el baño, por favor? – Preguntó al camarero.

-Lo siento, para utilizarlo debe comprar antes algo.

-Pero... ¡¿has visto mi pelo?! ¡Me ha cagado un pájaro encima!

-Lo siento... – Volvió a repetir.

-¡Esto es de locos! Dime que es una broma, por favor. – Suplicó Lucía.

-No.

-¡Está bien! Dame algo de bollería.

-Toma. – Y le tendió una palmera de chocolate. Genial, pensó, como no hace calor dame algo con chocolate, aparte de llena de mierda, llegaré manchada de chocolate a casa de Francis. ¿Algo más? Maldita ley de Murphy, concluyó.

Se dirigió hacia los servicios que el camarero le indico el lugar donde se encontraban. El local estaba muy bien, parecía agradable y acogedor, pero los servicios daban asco.

Buagg, pensó.

Se miró en el espejo.

-¡Qué pintas! Desde luego así vas a enamorar mucho a Francis. – Se dijo a sí misma.

Su pelo tenía ya la "sustancia" seca. Qué asco. Dejó la palmera envuelta en servilletas que el camarero le dio anteriormente. La mano ya le correaba chocolate.
Abrió el grifo del lavabo y se limpió las manos. Después de eso, con mucho asco, acercó su mano a esa cosa y la empezó a quitar.

Después de unos minutos ya no quedaba ni rastro de nada. Agarró la palmera y salió del servicio. El local tenía una entrada trasera. Saldría por allí, no tenía ganas de volver a verle el careto a ese camarero estúpido.
Iba a salir a la calle cuando...

-Por favor... – Suplicaba una voz femenina. ¿Sara?

-¡Por favor! ¿Por favor, qué? Estoy cansado de tener que estar siempre a escondidas, que nadie sepa que estamos juntos. ¡Ni que fuéramos críos de 13 años que se tienen que esconder de sus padres!

-Pero...

-¿Pero, qué? ¡Estoy harto! ¿Qué te crees, que soy tonto? Sé perfectamente que prefieres el anonimato para seguir acostándote con todo lo que te tire. Y estoy cansado de escuchar ese tipo de comentarios. ¡Harto!

-Yo... te quiero.

-¿Qué me quieres? No te quieres ni a ti misma, Sara.

-¡Lo juro! Lo que siento por ti no lo he sentido por nadie. ¡Ven esta noche a la fiesta que organizan mis padres! Te presentaré oficialmente, quiero que veas que voy en serio contigo. Por favor...

-Más te vale, Sara. Estoy cansado, para estar así te follo y me las piro. Y siento sonar duro, pero si no te abro los ojos ahora y no te das cuenta de los que estás haciendo, esto no va a ningún lado. Tienes que ser responsable si quieres tener una relación seria, si de verdad te importa tu pareja, si yo te importo… Y ahora me tengo que ir, tengo que ir a casa de mi primo.

-Está noche cambiara todo, ya veras...

¿Sara con novio? ¿Enamorada? ¿Desde cuándo? Esto no podía ser cierto. ¿Quién era él?
Se asomó como si de un espía se tratase, Sara había girado en la esquina del local y salir a la calle principal, y él siguió la calle abajo. Un momento... ¿Bañador hawaiano azul? ¡No! No podía ser... ¿él?

No hay comentarios:

Publicar un comentario