domingo, 22 de julio de 2012

Capítulo 4


Aquella chica, Lucía, era todo lo contraria a ella. Nadie entendía muy bien cómo podían ser amigas. Pero lo eran. Y Layla la quería mucho. Sin ella, las vacaciones en la playa no serian lo mismo. Sí, era cierto que tenía un modo de ver la vida “raro” y una filosofía extraña, pero seguro que había muchas chicas como ella, pero que se escondían por temor a la sociedad, y Lucía no, era la chica más valiente y sinvergüenza que conocía.
¿Cómo le estaría yendo la cita con Francis? Tenía ganas de que llegara la noche para poder hablar con ella.

En la siguiente foto, salía ella tomando el sol. ¡Qué Lucía! Se la había echado a escondidas. Sus amigas la habían llenado de comentarios.

<Tráenos un poquito de agua de playa en un frasco de colonia, que queremos ponernos morenas!>

<Pues yo prefiero que me lleves allí>

Y los siguientes comentarios eran de ellas decidiendo cual era el mejor regalo. Como las quería.

En otra foto, salían ella y Lucía en la orilla, y las amigas de Lucía habían comentado. Esas chicas no le caían muy bien a Layla. Las gemelas eran unas chicas aborrecibles, como sus padres tenían dinero, se creían las mejores del mundo. Suerte que en verano se dedicaban a recorrer el mundo y no tenía que verlas. Pero la otra chica era maja. Sus padres se separaron y se echó novio en el pueblo de su padre, y todos los veranos tenía que pasar un mes con él, así que se pusieron de acuerdo para ella irse con su padre cuando Layla iba a la playa, y así Lucía no estaba sola.
No podía quitarse la cita de Francis y Lucía, sin duda, aquella pareja prometía.

¿Dónde estaba? Llevaba cinco minutos esperándole, habían quedado en el sitio donde se encontraron por primera vez, cuando ella huía de la 
fiesta. ¿Y si lo llamaba? Mierda, no tenía su móvil. ¿Y si se había arrepentido? No podía ser, ¿no? Había sido él el que propuso la cita después de tanto hablar por tuenti, no sería capaz de aquello. Estaba segura. Aunque en esos minutos de espera se le había pasado de todo por la cabeza. ¿Dónde estaba?

-Tranquila, vendrá. Tranquila...

Cerró los ojos e inspiró. Tenía que relajarse. ¿Cómo podía estar tan nerviosa? 
Siete minutos.
Ese chico no era nada del otro mundo, pero es verdad que le empezaba a gustar, ¿tendría razón Layla? Esperaba que sí.
Ocho minutos.
¿Se va? Bueno, esperaría hasta las cinco y cuarto, solo eran siete minutos más. Uff, estaba al borde de un ataque de nervios.

-¿Dónde demonios estás, Francis?

-Emm... Detrás tuya, Lucía.

Y allí estaba, Lucía se quedó sin palabras al verlo, iba con el torso al descubierto, y llevaba un bañador verde. Con su pelo “aplanchetado”, pero era tan mono...

-Hola. – Dijo como pudo. 


-Hola. – Que sonrisa tenía tan bonita... – ¿te apetece que vayamos a mi casa?

¿A su casa? ¿Para qué? Oh, no. Como le contó la otra noche como era ella, seguro quería pasar el rato, seguro que tenía una novia pija como él que vendría este verano a verle y querría que ella le enseñara. Seguro. 
¿Qué hacía: iba con él o se acordaba de que tenía que ir a... a... a comprar la cena de esta noche? ¿Qué hacía? ¿Qué hacía?

-Ehh... Pues... Claro, me invitas a merendar. – Uff, por los pelos. Había dicho lo primero que se le había pasado en mente, sin pensar. Y ahí había demostrado, o eso creía, que él sí le importaba, que era distinto que los demás, y que lo suyo – ¿lo suyo? ¡Pero si no había nada entre ellos! Estaba muy mal... – quería que saliera bien. Despacio. Sin prisas. Sin presión.

Se dirigían a la zona de los chalés. Vaya, vaya... Con que tenía pasta, pero eso era lo de menos. Uff, los nervios la atacaban. ¿Por qué no hablaban? Estaba poniéndose más nerviosa.

Entraron por una cancela blanca, que daba al patio principal. Una inmensa piscina decoraba el paisaje, rodeada, por los límites del patio, con pinos y rosales que hacían de aquello un lugar muy bonito y acogedor. A un lado se encontraba una mesa de hierro blanco con cuatro sillas, y un centro floral – seguramente hecho de rosas del jardín. Al otro lado, se encontraba la casa, con unas escaleras laterales que daban a la puerta principal.


-Guau.

-Lo sé, es bonito. Siéntate en la silla, yo ahora vengo.

-Vale. – Y Lucía obedeció.

Ese sitio era fantástico. ¿Dónde habría ido? Todas sus conversaciones durante estos días le venían en mente. Fue él quien la agregó a Tuenti, le mandó una petición a los dos días con un “Hola, qué tal? Espero que estés mejor.” Ella le aceptó corriendo y le contestó con un “Mejor, gracias ;)” y desde entonces siempre han estado en contacto.
Francis traía con él un libro, ¿era mates?

-Volví. Verás, me comentaste que las mates no son lo tuyo, ¿verdad?

-Pues no. – Contestó, extrañada. – No logró sacar más de un dos.

-Bueno, como yo voy en mates un curso avanzado, te puedo explicar un poco, porque como no te saques mates, no podrás hacer selectividad.

-¿En serio? Vaya, gracias.

A Lucía le encantaba estar con él, no se enteraba mucho, no tenía buena base y tenían que empezar desde el comienzo, pero poder pasar tiempo con él, era lo mejor que le podía haber pasado. ¿Cómo podía haber pensado que él no iba a parecer, o peor aún, que él la iba a utilizar para enseñarle a su novia imaginaria?

-¿Por dónde empezamos?

-Pues… ¿desde el comienzo? Nunca se me han dado bien, las he ido dejando desde quinto o sexto…

-¿Sabes… sabes sumar?

-Ja ja. Claro, soy torpe, pero no tanto.

-Comenzaremos por la E.S.O. ¿Qué te parece?

-¡Genial!

Pasaron toda la tarde juntos, hablando de sus cosas, conociéndose un poco mejor. Era mejor que por tuenti.

-Bueno, creo que debería irme.

-Vale, ¿mañana a la misma hora?

-¡Qué! Uff… Mates en verano, ¿quién me lo iba a decir? Espero que sirva para algo. – Como para ligarse al profe.

-Vas a ser la segunda empollona de mates el año que viene, ya verás.

-¿La segunda?

-Claro, yo estaré en tu clase.

-Pero si tú vas un curso adelantado, ¿por qué te quedas?

-Verás, la selectividad la voy a hacer con todas las asignaturas, no ahora mates y el año que viene el resto. Y los profesores me dejan quedarme para así poder repasar.

-Aja… ¿Me acompañas a la puerta?

-¡Claro!

Pero de camino a la salida, Lucía se encontró con una persona que no esperaba ver. ¿Ese bañador hawaiano no le recordaba a algo? ¡Era el chico ese del que se coló Layla! ¿Qué hacía allí?

-¡Qué pasa, primo! – Le saludo a Francis.

-Hola, aquí con unas clases de mates.

-Bueno, encantado…

-Lucía. – E intento mostrar su sonrisa más bonita. Layla iba a flipar cuando se enterara de esto.

-Yo soy… – Pero en ese momento sonó “I’m sexy and I know it” – Tengo que contestar. 
¡Hasta otra!

-¿Es… Es tu primo?

-Sí, está pasando aquí el verano, ¿por qué?

-Oh… Por nada, es que nunca lo había visto por aquí.

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