Como odiaba ser despertada por los rayos del sol, pero era lo
que tenía el verano. Dejaba la ventana abierta y la persiana levantada una
cuarta para que le entrara fresco durante la noche y no pasar calor, pero era
tan sensible que con un solo rayo de sol ya estaba despierta, y claro, le
tocaba levantarse y bajar la persiana.
Estaba preocupada, ayer fue domingo y Lucía no la llamó. ¿Qué habría pasado? Si hoy no tenía noticias de ella, y del hawaiano, la llamaría por la noche.
Todavía eran las ocho, podía dormir un par de horas, no era el momento de preocuparse de ello.
-¿Como la despertamos? – Susurró alguien.
-No sé, pero más bajo que la vas a despertar. – Le advirtió otra voz.
Esas voces, ¿eran imaginaciones suyas? ¿Eran del sueño? Qué cosa más rara...
-A la señal, ¿eh? – Dijo la segunda voz.
Risas, risas, y más risas.
-¡Parad! ¡Parad!
Más risas.
-Venga, dormilona.
Eran Cecilia y Pilar.
-¿Qué... qué hacéis aquí?
-¡Sorpresa! – Gritaron las dos al unísono.
-Dadme un segundo, estoy demasiado dormida como para enterarme de qué está pasando aquí.
Se dirigió hacía el baño, y se lavó la cara. ¿Qué hora era? Con lo que le apetecía dormir, pero eran sus amigas, y si estaban allí era por algo. Se hizo de nuevo la cola que se hizo por la noche para dormir, y fue para su dormitorio.
Allí estaban charlando tan tranquilamente hablando, como si no la acabaran de despertar, o eso fuera lo más normal del mundo.
-Vale, ¿qué hacéis aquí? ¿No estabais en tu cortijo? – Dijo refiriéndose a Cecilia.
-Sí, pero mi prima se vino con nosotras, y la recogían anoche-. Añadió Pilar.
-Y como mi hermana Raquel es tan buena y adorable, se vino con nosotras, y anoche nos volvimos con ella-. Concluyó Cecilia.
-Y estáis aquí por que...
-Porque llevamos un mes sin verte, te echábamos de menos, nos tienes que contar cosas, y nosotras novedades. ¿Te parece poco?
-Vale, vale... Lo capto. Pero me podíais haber dejado dormir.
-¡Si son las diez! Es la hora perfecta. – Cecilia siempre tenía ánimos para todo. ¿Cómo lo haría?
-Bueno, empieza: ¿qué tal por la playa? ¿Muchos buenorros?
-Pues... He conocido a un chico, pero no sé ni su nombre, así que... Pero Lucía ha podido contactar con él ahora, y no sé qué pasará.
-Tiene el pelo más claro, ¿no? – Preguntó Pilar. – Es que lo he visto en las fotos del Tuenti.
-Sí, se echa camomila.
-Mmm... Le queda bien.
-¿Y cómo era el chico? – Cecilia se interesaba. No le gustaba que dejaran las conversaciones a medias.
-Pues era moreno, alto, moreno con reflejos rubios, y tenía un bañador hawaiano azul. Lucía y yo lo llamamos “el hawaiano”. – Terminó por concluir Layla.
-Mmm... Parece misterioso... ¡Me gusta!
-¿Eres consciente de que siempre dices “mmm...”? – Le preguntó Layla.
-¿Y qué? Mucha gente tiene sus muletillas, y yo al pensar digo “mmm...”
-Ya, claro...
-¿Es que tú no dices nada al pensar?
-Pues no, me callo cuando pienso porque estoy pensando.
-¡Pero es q...
-¡Relax, chicas, relax! – Dijo Cecilia.
Todas se echaron a reír. Hace unos años, se metieron en un chat, y algo aburridas, crearon un grupo, donde ninguna se conocía, t un chico se metió en él. Ellas, sobreactuando, estaban peleando verbalmente por él, y claro, tan creído que se puso el chaval, en un momento determinado él dijo: “Relax, chicas, relax. Si hay para todas ;)”.
Estaba preocupada, ayer fue domingo y Lucía no la llamó. ¿Qué habría pasado? Si hoy no tenía noticias de ella, y del hawaiano, la llamaría por la noche.
Todavía eran las ocho, podía dormir un par de horas, no era el momento de preocuparse de ello.
-¿Como la despertamos? – Susurró alguien.
-No sé, pero más bajo que la vas a despertar. – Le advirtió otra voz.
Esas voces, ¿eran imaginaciones suyas? ¿Eran del sueño? Qué cosa más rara...
-A la señal, ¿eh? – Dijo la segunda voz.
Risas, risas, y más risas.
-¡Parad! ¡Parad!
Más risas.
-Venga, dormilona.
Eran Cecilia y Pilar.
-¿Qué... qué hacéis aquí?
-¡Sorpresa! – Gritaron las dos al unísono.
-Dadme un segundo, estoy demasiado dormida como para enterarme de qué está pasando aquí.
Se dirigió hacía el baño, y se lavó la cara. ¿Qué hora era? Con lo que le apetecía dormir, pero eran sus amigas, y si estaban allí era por algo. Se hizo de nuevo la cola que se hizo por la noche para dormir, y fue para su dormitorio.
Allí estaban charlando tan tranquilamente hablando, como si no la acabaran de despertar, o eso fuera lo más normal del mundo.
-Vale, ¿qué hacéis aquí? ¿No estabais en tu cortijo? – Dijo refiriéndose a Cecilia.
-Sí, pero mi prima se vino con nosotras, y la recogían anoche-. Añadió Pilar.
-Y como mi hermana Raquel es tan buena y adorable, se vino con nosotras, y anoche nos volvimos con ella-. Concluyó Cecilia.
-Y estáis aquí por que...
-Porque llevamos un mes sin verte, te echábamos de menos, nos tienes que contar cosas, y nosotras novedades. ¿Te parece poco?
-Vale, vale... Lo capto. Pero me podíais haber dejado dormir.
-¡Si son las diez! Es la hora perfecta. – Cecilia siempre tenía ánimos para todo. ¿Cómo lo haría?
-Bueno, empieza: ¿qué tal por la playa? ¿Muchos buenorros?
-Pues... He conocido a un chico, pero no sé ni su nombre, así que... Pero Lucía ha podido contactar con él ahora, y no sé qué pasará.
-Tiene el pelo más claro, ¿no? – Preguntó Pilar. – Es que lo he visto en las fotos del Tuenti.
-Sí, se echa camomila.
-Mmm... Le queda bien.
-¿Y cómo era el chico? – Cecilia se interesaba. No le gustaba que dejaran las conversaciones a medias.
-Pues era moreno, alto, moreno con reflejos rubios, y tenía un bañador hawaiano azul. Lucía y yo lo llamamos “el hawaiano”. – Terminó por concluir Layla.
-Mmm... Parece misterioso... ¡Me gusta!
-¿Eres consciente de que siempre dices “mmm...”? – Le preguntó Layla.
-¿Y qué? Mucha gente tiene sus muletillas, y yo al pensar digo “mmm...”
-Ya, claro...
-¿Es que tú no dices nada al pensar?
-Pues no, me callo cuando pienso porque estoy pensando.
-¡Pero es q...
-¡Relax, chicas, relax! – Dijo Cecilia.
Todas se echaron a reír. Hace unos años, se metieron en un chat, y algo aburridas, crearon un grupo, donde ninguna se conocía, t un chico se metió en él. Ellas, sobreactuando, estaban peleando verbalmente por él, y claro, tan creído que se puso el chaval, en un momento determinado él dijo: “Relax, chicas, relax. Si hay para todas ;)”.
-Oye, y en Tuenti se te ve muy contenta con Pablo, ¿qué pasó con
él?
-Nada, es un creído. Intentó besarme en la fiesta y me fui.
-Pues yo le echaba un polvo… y los que él me pidiera. – Sonrió
Pilar.
-Te echaría él a ti el polvo, y después, si te he visto no me
acuerdo. – Le advirtió Layla.
-Pues os grabáis y le dices “¿te acuerdas ya, majo?” – Soltó
como nada Cecilia.
-¿En serio? – Le asustaba aquella chica, era capaz de hacerlo.
Estaba loca.
-No estaría mal, pero a mí no me va.
-Ya… ¿Y vosotras, qué tal? – Inquirió Layla para cambiar de
tema.
-Pues… – comenzó Pilar.
-¿Qué? ¿Qué ha pasado?
-Pues… Conocí a un chico.
-¿Un chico? ¡Cuenta, cuenta!
-Pues, resulta que fui a comprarme ropa a la capital, y como
hacía calor, cogí un autobús de línea para ir al centro. Allí, tropecé con un
chico, y nos encontramos en varias tiendas. Así que, ¿sabes que siempre tengo
el bluetooth activado?, pues me mandó por bluetooth su Tuenti.
-¿En serio? ¿Y cómo vais?
-Hablando todos los días por What’s App. Resulta que es un año
mayor y es de un pueblo de aquí cerca, a 20 kilómetros, pero estudia en la
capital.
-¿Te gusta?
-Sí, pero… No sé… ¿Una relación a distancia? Uff… Si me cuesta
llevar una donde te ves día a día, ni te cuento a distancia.
-No te desanimes, encontrareis una solución. Si le gustas y él a
ti, ya encontrareis un remedio. El amor todo lo puede. – Layla dijo la última
frase con un tono un poco filosófico.
-No sé…
-¿Y tú, Cecilia?
-Como siempre, tonteando con todos, pero echándome atrás
siempre.
-Nunca cambias. Dichoso aquel que consiga que salgas con él.
-Bahh… Si es que en esta mierda de pueblo no hay nadie en
condiciones, ni nadie que me merezca. Soy mucho para lo que hay aquí.
-¿Queréis desayunar? ¡Mirad qué hora es!
-¡Qué va! Si tengo las cosas en casa de Cecilia – Explicó Pilar.
– Debemos volver y yo irme a mi house.
-Vaya…
-Nos ponemos en contacto por What’s App.
-Ejem… Yo no tengo, ¿recordáis? Mis padres no me quieren comprar
un móvil con wifi-. Dijo Layla resignada.
-Ya te llamaremos, entonces. ¡Hasta luego! – Se despidió Pilar
-Luego te llamó. – Se despidió Cecilia.
-Adiós.
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