sábado, 25 de junio de 2016

Las estrellas, por una noche, no estaban en el cielo sino con nosotros.

Mira que a mí los países orientales no me gustan. Pero bueno, estoy aquí por una "buena causa" o eso intento creer. Aún no sé cómo logró que aceptara...
—Hazlo por mí—suplicaba.
—Te he dicho que no. ¡No voy a ir allí! —grité y caminé hacía el dormitorio.
—¡Por favor! —continuaba suplicando.
No me hacía falta girarme para saber que lo tenía detrás, mirándome y suplicándome que lo acompañara.
—No...—repetí por enésima vez.
—Por favor...—susurró, esta vez, en mi cuello. Estaba pegado a mí y yo no lo había notado. Estaba jugando sucio.
Hice ademán de quitármelo de encima antes de que fuera demasiado tarde, pero ya lo tenía besándome en el cuello. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y se rendía a él, aunque por dentro mantenía una disputa entre rendirme o no. Una parte de mí lo deseaba y quería ese juego que me estaba mostrando, mientras sus manos me iban acariciando lenta y peligrosamente, cada vez más próximas a mi vientre. Mi otro yo, por otro lado, no se quería rendir, e intentaba recordar los motivos por los cuales odiaba tanto esos países, pero sus manos estaban cada vez más cerca, y él ya se encontraba en frente de mí bajando sus suaves labios hacia mi pecho...
—Me rindo...—exclamé en un susurro apenas audible, y me entregué a él.
Así he acabo, en un país que odio a muerte, y al lado del ser más perverso que existe, que es capaz de jugar sucio para conseguir todo lo que se propone.
—Mira, ya traen los globos voladores—. Señaló grandes cuadrados blancos.
—Ajá... —Intentaba no hacerme la sorprendida, pero la verdad es que era una escena muy hermosa la que tenía delante de mí. La gente se alborotaba y hacían cola para comprar uno de esos globos, familias enteras estaban allí presentes, pequeños niños correteaban alrededor de sus padres, impacientes porque llegará el momento de encenderlos y echarlos a volar.
No paraba de mirarme y ese brillo en la mirada me decía que estaba estudiando mi posición, intentando atravesarme y meterse en mi mente. Pillada. Pero, ¿cómo pretende que ante algo como esto no me asombre?
La pareja que teníamos al lado, sacó de una mochila una bolsa que parecía contener una cometa, pero lo cierto era que de ella estaban extrayendo un farolillo doblado. Poco a poco, lo fueron desdoblando. Una vez logrado, la mujer los sujeto por la base de alambre y comenzó a moverlo, como si fuera una bolsa que quisiera llenar de aire, y cuando, por fin, tuvo la forma del farolillo, pararon. Todos a nuestro alrededor estaban sacando los farolillos o comprándolos, pero esa magia, ese momento de ir "montándolo" se perdía si elegían lo segundo, pues ya venían listos para encenderse.
La noche era oscura, salvo por la luna llena que nos acompañaba, ya que las estrellas habían decidido abandonarnos.
Estaba tan absorta observando mi alrededor, que no me di cuenta de que en mis manos apareció un farolillo blanco amarillento.
—¿Y esto?—le pregunté.
—No pensabas que estábamos aquí solo para observar, ¿verdad?—Y sacó un mechero.
Puse el farolillo boca abajo, sosteniéndolo por la base de alambre que le daba la forma, mientras miles de manos encendían los mecheros y todos estábamos alumbrados por pequeñas llamas. Las estrellas, por una noche, no estaban en el cielo, sino con nosotros.
Muchos niños tenían en su poder los farolillos y esperaban, impacientes, que sus padres terminaran por encender la pequeña pastilla de carbón que se encontraba en mitad de los alambres, sujeta gracias a ellos.
Apagó el mechero, y entre los dos colocamos el farolillo boca arriba, sosteniendo la punta para que no cayera hacía abajo.
—Debemos esperar a que esté lleno de aire, y soltar la punta, y una vez así, esperar hasta que notemos que ya asciende por sí solo, ¿entendido?—me miró.
—Sí, mi señor.
Nos miramos. El brillo de su mirada quedaba iluminado con la única luz que desprendía el farolillo.
Después de unos segundos, soltó la punta. Ya quedaba menos.
—Debemos formular un deseo.
—¿Qué?
—Sí, esto se hace para pedir deseos, ¿no lo sabías?
Niego con la cabeza.
—Pues sí—continua—. Ahora, suelta despacio—. Hago lo que me ordena, y suelto, poco a poco, el farolillo comienza a ascender, y les siguen varios más. En menos de un minuto, el cielo se encuentra con muchas estrellas en movimiento.
—¿Sabes?—llama mi atención—. Los farolillos también son un símbolo en las bodas, y cuanto más dure su viaje, más fuerte y más real será el deseo pedido.
Al escuchar la palabra "boda" me quedo bastante pillada, ¿qué se trae entre manos? Claro que, mientras estoy pensando esto, él se está arrodillando ante mí, y mi pregunta no formulada es contestada inmediatamente.
—¿Qué mejor forma de desear que estemos por siempre, que con la luz de esta hermosa luna llena y esos farolillos que la acompañan esta noche?—No, no es verdad. Esto no puede ser cierto, no paro de repetirme para mí misma—. Así que, si me lo permite usted, ¿haría el favor de que mi sueño, con ayuda de nuestro farolillo, se hiciera realidad: te gustaría pasar el resto de tu vida a mi lado?
Las personas más próximas a nosotros comienzan a formar un círculo alrededor nuestra, y la pareja que, anteriormente, había sacado el farolillo de una mochila, nos miran sonrientes mientras la mujer coloca su mano sobre su vientre, a la vez que el hombre la atrae hacía él y la besa. ¿Qué recuerdos estarán pasando por su mente?
Mientras tanto, lo tengo a él, a la persona que más quiero, esperando. Esperando una respuesta que, a pesar de que llevaba bastantes semanas esperando recibir, me ha pillado por sorpresa, dejándome en un mini estado de shock.
Esa carita que tantas veces he mirado, he rozado, he besado... Me mira como jamás me había mirado, como si fuera la primera vez que el sol se posará en su campo de visión. Me siento tan pequeña a su lado...
—Sí—pronuncio después de unos segundos que se han convertido en una eternidad. En unos segundos donde el tiempo ha parado por completo.
Se levanta, me besa. Pero no un beso normal, no, un beso con pasión, un beso que expresa todo lo que siente por mí, toda la felicidad que contiene una afirmación de mi parte, todo el futuro que nos queda por delante y todo lo que conllevará.
—Te quiero—. Me dice mientras me mira a los ojos, llenos de felicidad.


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